Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

jueves, diciembre 23, 2004

Cuarto 17 altos

Cuarto 17 altos




Estoy atrapado. Lo que hago es buscar otra vez en el teléfono celular un mensaje, no el que sea, el de ella; no siempre lo encuentro. Otras veces solamente encuentro invitaciones a pedas, algunas las acepto gustoso, en otras prefiero que la gastritis haga su trabajo, que me mate lentamente, que no llegue a año nuevo.

En otras sólo la hora y la fecha, inevitablemente.

Entonces pongo el minicomponente. Hay tres discos. Nata —los excuca— que me acaban de dar en un intercambio de regalos (me vi bien pinche, no voy a decir qué regalé); los Nata, como era de esperarse, tienen el mismo estilo de Cuca, banda que no sé porqué ha comenzado a envolverse en esos halos míticos.

El otro disco es de un grupo reciente, Plástiko. Tocan bien, tienen un estilo entre funk, ska y reggae. Bastón se llama la rola que promocionan, baladita que invita a ponerse meloso, enchamarrarse e iniciar una batalla de piernas, sin importar si hace calor.

El otro disco es de Armando Rosas y la camerata rupestre. Remembranzas de Rockdrigo, de esa época en que se proclamaba el manifiesto rupestre y tomaba fuerza, además, el rock bandoso y el heavy metal.

Mientras escucho los tres al mismo tiempo, me pongo a leer un rato. Terminé Vanterros, de Héctor Cortés y Viaje de Fray Alonso Ponce por tierras de Chiapas, de Antonio de Ciudad Real; leo, actualmente, El proceso, de Franz Kafka y algunos cuentos de Salvador Elizondo.

El zapping es el deporte favorito en mis ratos libres. Nada cuesta ejercitar cualquiera de los dedos, el que más se acomode, para estarle cambiando a la televisión, con la vana esperanza de encontrar, de mera casualidad, algo digno de mirar. Tal vez sí haya, pero me desespero.

Llegará infaliblemente la Navidad, mutable pero viva. Santaclós se embola, pero se multiplica.

Y ahí estaré, atrapado en el cuarto, con el celular en la mano esperando que alguien me avise que en otro lado también todo se ha acabado. Ah, que sueños esos ¿no?


mentas: vlatido@yahoo.com.mx

jueves, diciembre 16, 2004

In albis

· In albis



A Giss, por sus ricas lecturas

Amanecer un día en blanco. Empezar de cero. Caminar desnudo por las calles, sin la más puta idea del pudor; otear por las tiendas, por las mentadas plazas de Tuxtla, por ejemplo, para que las niñas bien corran a la iglesia, sudorosas, a hacer la señal de la cruz, tomen un par de velas y se las metan por el culo.

O quizá sentarse en la banqueta, en la esquina de una casa de riquillos allá por Los Laureles, con un chingo de caguamas y chupar toda la noche, sin la mierda preocupación de que llegue la tira, se bajen de la camioneta y con esposas en mano apañen al cliente, lo suban y se lo lleven a darle una madriza por el libramiento norte.

Meterse a Vips a comer lo que sea, embarrarse los dedos y llevárselos a la boca, chuparlos, eructar y decir su puta madre, pinche mesera que sabrosa está, guiñarle un ojo e invitarla a coger con un estruendoso eructo, repitiendo la comida barata, light, que se desliza a través de los aparadores de la modernidad, de lo cool.

Entrar en los cajeros automáticos y en vez de retirar paga bajarse la bragueta y orinar en una esquina para esquivar, primero, la cámara vigía y, después, masturbarse ante la mirada complaciente de no sé quién hijodeputa.

Escuchar a Luzbel a todo volumen, presumiendo ese pasaporte al infierno que las monjitas quisieran tener; restregárselo hasta que se quiten las braguitas y se pongan a coger con el sacerdote, desandando el buen camino para tomar esas veredas lúgubres de la promiscuidad.

Darle en la madre a la Navidad y a este pinche capitalismo, emborrachar a Santaclós en “Las pepitas”.

Apagar la tele, que nadie compre más.

Amanecer en blanco y reinventarse, matar a Dios, mandar a la chingada las reglas, la moral, la ética, los valores, erigirse como el súper hombre, ser libre, anarco, punketo, aunque sea un solo día.

Nietzsche, cabrón, estabas loquísimo.



mentas: vlatido@yahoo.com.mx

jueves, diciembre 09, 2004

El corazón no se equivoca

· El corazón no se equivoca



La puerta de la farmacia se abrió lentamente empujada por la escoba. Mara barrió y arrastró la basura hacia la calle. Inmediatamente, con el recogedor, la llevó hasta el bote. Después entró en el establecimiento para atender a Óscar.
—Por favor unas aspirinas.

Mara tomó un banco para alcanzar el medicamento. Al subirse dejó al descubierto sus muslos. Óscar se regodeó por un momento. Apartó la vista cuando ella volteó para bajar con las aspirinas.

—¿Cómo sigue lo de tu corazón? —preguntó.

A Óscar se le iluminaron los ojos pues los doctores le habían avisado, una semana antes, que él seguía en la lista. Estaba feliz y desesperado, todo era cuestión de un par de días más. Al mediodía y en las noches ponía la radio para escuchar la nota roja en los noticiarios.

Esperó que cayera la noche para regresar a la farmacia. Había invitado a Mara a dar un paseo a la orilla del río que atravesaba la ciudad. La noticia y las horas transcurridas lo agobiaban. Ya no aguantaba más, por eso decidió que esa noche haría el intento. A sus 50 años sabía que iba a rehacer su vida. Mara, bella, saludable, joven, con un corazón fuerte, era un buen prospecto.

Ella lo intuía, estaba dispuesta a decir que sí.

En la ribera, tomados de la mano, caminaron hacia una pequeña caída de agua. El chasquido del agua reventando en las piedras y el canto de los grillos los arrullaban. Sin decir palabra alguna, Óscar besó tiernamente los labios de Mara. Ella respondió primero de la misma manera, pero en un arranque hormonal lió su brazo por la cintura de él y lo pegó a su cuerpo intempestivamente. Rodaron en el suelo.

Óscar decidió que había llegado la hora. Su transplante de corazón no podía esperar más.

La puso de espaldas, en el piso, y recogió un leño que estrelló sin miramientos en la nuca de Mara. El golpe seco, contundente, pareció enmudecer la noche.

Al siguiente día, Óscar telefoneó al hospital. Quería saber si ya habían encontrado un corazón para él.



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martes, diciembre 07, 2004

Noche sin luna

Noche sin luna

La intensa lluvia y los rayos hicieron que Tito corriera a casa y mirara, de reojo, el árbol en el que había pensado suicidarse. Oscurecía. Subió fatigado la pendiente hacia su hogar y pensó si su madre tendría ya la cena lista.

Llevaba en las manos la soga con la que todos los días lazaba al Moro, su caballo. Había salido a buscarlo desde el mediodía, después de una noche en que el animal no llegó al sitio, como acostumbraba.

Al salir se despidió de su madre. Ella se sentía orgullosa porque su hijo, de 20 años de edad, rumbo a la hombría, comenzaba a hacerse cargo de la casa. Pero su amor por Ariosto podía más.

En casa, empapado, Tito se recostó. Pensó en la cena y en la voz dulce de su madre llamándolo a la mesa, con el café, las tortillas recién hechas, huevos con carne y chile.

El estruendo de un rayo cercano lo levantó y caminó nervioso hacia el cuarto de su madre. Corrió la cortina y halló la habitación vacía; en las paredes sólo un leve aroma del perfume barato que ella acostumbraba a ponerse en esas fechas importantes, significativas. La llamó quedito, primero. No escuchó ni el ladrido de los perros. Levantó la voz, el olor del perfume se acentuó. Se sentó en la cama y vio, en el piso, debajo de una mesa, el sombrero de Ariosto.

Comprendió la ausencia del Moro.

Cogió la soga y se echó a correr al campo. Miraba, desorbitado, en cualquier dirección, con la esperanza de ver al Moro llevando a cuestas a su madre y a Ariosto. Aguzaba el oído pues siempre creyó reconocer el ruido de las herraduras del caballo al chocar con las piedras.

Sujetaba la soga con fuerza, listo para echarla al cuello del caballo. Todo fue inútil. Después de varios minutos, con paso cansino, agarró el camino rumbo a su árbol, el que había sembrado su padre exactamente el día en que se casó con su madre, el que había elegido para sellar su destino.

—Te dije, madre, que si un día te hacías mujer de ese pendejo, me iba a matar.

Dejó caer una punta de la soga y no cesó de caminar, escuchando los lamentos de la noche; la lluvia se volvió tediosa, el espectáculo de los rayos tampoco lo amedrentaban. Mientras, la soga serpenteaba detrás de él, siguiendo su ineludible camino.

jueves, noviembre 25, 2004

Los discursos de la historia

· Los discursos de la historia

La historia es un instrumento utilizado para someter a los pueblos. Borrar la memoria histórica permite reconstruir otra historia basada en hazañas de los nuevos héroes. Esa es la historia funcionalista, la historia oficial reproducida en los libros de texto y en los medios de comunicación.

Por un lado aparecen los historiadores funcionalistas que buscan mantener, con la difusión de su discurso histórico, un régimen. No importa si éste es una dictadura o un gobierno democrático. Su función es escribir de acuerdo a la circunstancia oficial. Su contraparte son los historiadores críticos, quienes hacen la contrahistoria. Sabedores de su importancia, buscan difundir su trabajo histórico, pero la marisma de información oficial los difumina.

La apuesta del historiador es rescatar la verdadera memoria histórica, escribirla sin compromisos políticos. La memoria colectiva también tiene que mantenerse, resistir ante los embates del discurso histórico oficial. De ahí la importancia de la historia oral, de escribir la historia de los vencidos, las pequeñas historias que identifican, sin manipulación, a los pueblos.

El historiador crítico debe estar conciente de la manipulación histórica. Y también de la divulgación del conocimiento histórico. Tiene que romper la barrera del círculo académico para trascender en la memoria colectiva, para que realmente el conocimiento histórico sea aprehendido por la gente, y no sólo por los intelectuales de la historia. Ese es un reto del historiador crítico, porque el historiador funcional ya lo ha hecho a través de distintos canales de comunicación. Y es que tiene más espacios puesto que al sistema le conviene que el conocimiento manipulado sea difundido.

Y también apelar al colectivo. Dejar de pensar que los pueblos son niños y que no recuerdan su propio pasado histórico. En las comunidades indígenas, a pesar del alto grado de aculturación (que puede entenderse como pérdida de identidad, de memoria histórica) persisten elementos del pasado histórico, no se ha roto completamente con él. El historiador debe potenciar ese conocimiento, hacerlo suyo, reconstruirlo, rescribirlo y devolverlo a la comunidad como un conocimiento sano, vivo, con esperanzas de mantener una memoria histórica auténtica, verdadera, sin la manipulación de los historiadores funcionalistas.

Aunque, huelga decirlo, el conocimiento de la historia es el discurso histórico, y no el hecho histórico. Eso lo han entendido los regímenes, sus líderes se han aceptado como sujetos constructores de la historia. Y de ello se han servido para reconstruir un pasado glorioso o perverso, según las necesidades del sistema al que sirven.


mentas vlatido@yahoo.com.mx

viernes, noviembre 19, 2004

Brujos metaleros

Brujos metaleros



La portada es así: una cabeza sin cuerpo, ensangrentada, exhibida como un trofeo; se nota que al difunto le dieron, en vida, una buena madriza pues tiene el rostro amoratado. El disco se llama Matando güeros y el grupo Brujería.

Algunos dicen que fue una estrategia de mercadotecnia, que la única intención fue vender discos. Otros creyeron que los brujos eran, en realidad, narcosatánicos y que se juntaban a tocar death metal y a fumar un chingo de mota. Lo único cierto es que se creó un mito alrededor de esta banda integrada por latinos avecindados en Estados Unidos y que, además, formaban parte de otros grupos gruesos y metaleros.

Con el disco Matando güeros (Roadrunner, 1993), Brujería entró duro en la escena metalera, sobre todo por el misterio de sus rolas (antiyanquis, breves, oscuras y con infinidad de referencias al satanismo y a la marihuana) y por la identidad de sus integrantes. En sus tocadas Juan Brujo, Güero sin fe, Asesino, Greñudo, Pinche Peach, Hongo y Jr. Hozicón, integrantes de la banda, salían con paliacates en sus rostros, como escondidos de la legalidad y de las buenas conciencias. Aunque, ¿qué integrante de los amigos de Fox se iría a meter en uno de sus conciertos?

Con Matando güeros el grupo ganó fans en México. La letra resume el ultrachovinismo con una mezcla satánica: Gabachos nos usan pa’ limpiar sus culos/ Nos tratan como mierda de puerco/ Tengan huevos y sean hombres/ Un pinche viaje al norte/Siglos pasan y nuestra raza se jode/ Cabrones gabachos /nos dan verga y miada/ Forzados a la pobreza/ Somos pinches mayates/ Tu venganza será tu destino oscuro/ Matando güeros /¡Viva la raza!/ Matando güeros /¡Estilo Pancho Villa!/ Matando güeros /¡Satanás te cuida!/ Matando güeros.

Con letras como esa, y apoyados en la atinada campaña publicitaria instrumentada en revistas especializadas, los brujos inscribieron su nombre en la escena metalera. Llevaron al máximo el espíritu canijo de los metaleros, explotando la rabia y las ganas de mentar madres en un español pobre, incoherente, pero eficiente.

Después vinieron otros discos, como Raza odiada, El patrón o Brujerizmo, con algunos cortes chidos (La ley del plomo), pero otros, la neta, pa’ los perros, como la versión de La macarena.

A varios años de la irrupción el mito se desvaneció, no porque su música haya sido mandada al diablo, sino porque al paso del tiempo, y con sus otras producciones, se supo más ellos. El misterio murió paulatinamente.

mentas vlatido@yahoo.com.mx

viernes, noviembre 12, 2004

Blanco y negro

Era el año de 1986. Ya había terminado el mundial de futbol. El televisor que teníamos, en el que nos chutamos los goles, escasos, de la selección mexicana, se había echado a perder. Creo que ya estaba viejito. Pero era un televisor a colores, Koblenz. ¿Buena marca? Saber, era un niño para comprenderlo.

Mi papá tuvo que comprar otro televisor. Salimos a la carretera a esperar el camión de la mueblería donde lo compró, le hicimos señas para que entrara en la colonia. Lo encaminamos a la casa. El televisor era mucho más pequeño que el anterior. Era blanco y negro. Bueno, en realidad se miraba mucho mejor, sin arroz y con menos interferencia.

Lo prendimos. Fue a tiempo porque en el canal dos estaba anunciada Macario, película basada en el cuento de B. Traven. (Y éste, a su vez, se fusiló a los hermanos Grimm). No hicimos palomitas ni compramos Coca. Simplemente nos sentamos a ver ese aparato que a mí me tenía maravillado, cautivado.

Además, el morbo recorría mi cuerpo. No esperaba ver viejas desnudas, ni vecinas agarradas del chongo, ni guerras, ni mamadas, ni cualquier otro espectáculo real. Lo que esperaba era la película. Sabía de ella porque me pasaba las tardes en casa de la vecina, pegado a la tele.

El primer libro que le robé a mi papá (o que él puso en mi camino) fue Cuentos del hombre a quien nadie conoce, de B. Traven (Son casi los mismos de Canasta de cuentos mexicanos, pero diferentes traductor y editorial). Y ahora vería Macario, uno de esos cuentos, en la telera: el Diablo tentando a Macario; Dios tentando a Macario, la Muerte tentando a Macario.

Claro que para entonces funcionaba al revés. Qué iba a saber de eso que dicen, que el cine echa a perder los textos literarios. Al contrario, yo quería ver a esos seres que solamente me imaginaba, y lo hacía de mil maneras. Por eso sentía morbo, mucho. Y ahí estaba Dios, ese viejo barbón que no necesitaba un trozo de guajolote, (¿para qué, diosito, si tantos borregos pastas); y el Diablo, cabrón de mierda, caminaba orondo por las veredas, ataviado y con un chingo de marihuana (supongo); y la Muerte, otra cabrona de la que se compadeció el Macario. Ni pedo, se lo ganó, como dicen.

Eso y más vi en esa tele que aún conservo en un cuarto deshabitado, a donde van a parar las cosas viejas, pero que todavía sirven. Y el libro, casi mágico, lo conservo junto a Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, otro de los culpables que yo esté escribiendo ahorita. ¡Qué carajos, libros viejos, teles viejas, monocromáticos!

Tráfago

Nadia Villafuerte, Carlos Velásquez, Alberto Martín, Luis Pulido, Javier Toledo, Domingo Flores, Dulce Yaret, plumas que integran el fanzine Tráfago, que anda otra vez en la brega, con su ejemplar número dos.

mentas vlatido@yahoo.com.mx

jueves, noviembre 11, 2004

Televicio

* Televicio
 
 
 
Tener televisión por cable no es una gran ventaja. De los cincuenta y tantos canales que hay, sólo unos cuantos valen la pena. Después, en otra entrega, hablaremos de los que valen la pena.
           
            La espectacularización de la realidad es la apuesta de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. Cada vez los contenidos son más banales y tontos. Por un lado, alientan el morbo entre los televidentes con reality shows (el espectáculo de la realidad) como big brother o estrellas de novela (intento fallido por suplir a la famosa academia); y por otro convierten a la información en mercancía, volviéndola, a la vez, en espectáculo (recuérdense las famosas venidas del Papa, o las historias que cuentan, por entregas, de multihomicidas).
 
            Y la gente hace cualquier cosa por salir en televisión, por tener sus minutos, aunque sea unos cuantos, de fama. Una tarde me dispuse a practicar un rato el zapping y encontré, en MTV, un programa llamado Dismissed. Decidí verlo porque había unas mellizas, en bikini, mostrando sin pudor sus carnes para agradar a un tipo que tenía que elegir a una. Ah chingar —me dije— sabrosotas las viejas y peleándose por un tipo guarro. No, yo no lo pienso dos veces, me quedo con ambas.
 
            Las chavas ensayaban sus mejores artimañas para agradar al machín. Y éste, aprovechando la situación, pidió besos, masajes y sobaditas de nalga. Salió, como dicen, más cabrón que bonito. El chiste es que las mellizas hicieron de todo con tal de ganarse al galán. Al final el donjuan tuvo que decidirse por una. A la que no eligió simplemente le dijo: you are dismissed. Púchale, así nomás la mandó a la goma.
 
             Lo que hacen ell@s para salir en la telera. Qué quemada se dieron con los de la cuadra. “Adiós nenorra, conmigo no hay pierde”, les han de gritar. Y en la casa se han de agarrar del chongo.
 
            Ese es el nivel de la televisión comercial. Lo malo, me dije una vez que había recreado las pupilas, es que la televisión mexicana anda por las mismas. Aunque todavía hay mochería. Sino, por qué corrieron a la Madow del gran hermano. Pero allá en España le dio rienda suelta a su arrechura.

 
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viernes, octubre 29, 2004

Simplemente aguardentoso


· Simplemente aguardentoso


Supongo que a nadie le pudo escuchar mentadas de madre durante casi tres horas; tampoco nadie chistó cuando Alejandro Lora, después de una de tantas canciones, se detuvo un momento para mentarle la madre a un espectador que, según él, no cesaba de recordarle a su jefecita; y también supongo que todos al menos tararearon sin pudor las rolas más simples de El Tri que, a decir verdad, son la mayoría.

Qué iba a importar, si el chiste era echar desmadre “como en la secundaria, niños”. Y sí, el desmadre también vale la pena en los conciertos rocanroleros, esos que se alejan concientemente de la poesía y del genio musical. Uno sabe a lo que va, no hay más.

La voz aguardentosa de Lora, fea (sólo pudo haber sido vocalista de El Tri), pidió aplausos, mentó madres, explicó el funcionamiento eyaculatorio de su bajo (eléctrico) y ejemplificó ese pasito que suele practicarse por las noches, o donde nos agarre la urgencia. (De arriba hacia abajo, con los brazos).

EL Tri, que tocó hace una semana en Tuxtla, ha sabido ganarse a ese sector que prefiere las cosas sencillas, sin mucha retórica. Aunque, claro, habrá quienes con razón se avienten el paquete de criticarlo porque no se le puede comparar, por ejemplo, con los grandes gurús mexicanos, españoles o cubanos.

Para ser sincero, y que no se diga que me dedico a escribir ditirambos, sus producciones recientes me parecen una mierda. No sé por qué ese empeño de cantarle a la “virgencita”, ni que estuviera tan buena. (Y fue de las más coreadas, ¡ups!).

Lo mejor es su producción ochentera, con cortes rescatables, como esa del “Vicioso”, “Metro Balderas”, la multichoteada “Triste canción”, “FZ10”, “Seguro de vida” o “Mente roquera”; estos sí son buenos discos: Simplemente, Hecho en México y Otra tocada más, al que debemos de agregar, por supuesto, el En vivo en la cárcel de Santa Marta.

Lo que El Tri supo hacer bien fue volver a poner en circulación temas como “Es lo mejor”, “Blues de la llanta”, “Ya me voy”, “Chavo de onda”, “Oye”, de la época setentera. Digo que estuvo bien porque, aunque se dude, reunió a distintas generaciones de roqueros, como se vio la semana pasada en su concierto.

Demasiado furor

No puede dejar de leer la columna Demasiado furor, del “maese” Esdras Camacho. Reseñas de libros, películas y otras vainas en las páginas de La voz, los miércoles, así como en la revista electrónica Estesur, www.estesur.com.


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miércoles, octubre 20, 2004

Más utopías



· Más utopías



La adopción del neoliberalismo se relaciona con la muerte y construcción de las utopías. Hacia del final de la década de 1980 murió la utopía comunista, al menos como sistema de gobierno. Un mundo mejor, sin diferencias, sin pobreza fue desplumado. El neoliberalismo enarboló esa misma bandera. Propuso construir un mundo en el que abundara la riqueza y, sobre todo, la libertad. Pero sin resolver las contradicciones del capitalismo. Sí, es una utopía, pero construida por unos cuantos.

La aceptación del neoliberalismo se debió a la adopción de la esperanza del bienestar material. Habrá dinero para todos, el avance tecnológico nos alcanzará, el librecambio nos beneficiará: todo con la finalidad de perpetuar el capital monopólico.

La nueva oleada liberal apuesta por la reducción de la participación del Estado en el orden económico, pero también en lo social. Es el sueño de los neoliberales y de quienes creen firmemente en él. Pero esta postura encierra una contradicción. Una de las consecuencias del neoliberalismo es el incremento de la pobreza y por lo tanto del descontento social. Para seguir perpetuándose, los gobiernos neoliberales tendrán que recurrir al autoritarismo. Y es que el neoliberalismo no resuelve las contradicciones por todos conocidos del capitalismo. Al contrario, las acentúa.

La libertad individual también encierra una contradicción. En el neoliberalismo tampoco hay opciones para decidir. El sistema presenta una serie de opciones que siempre llevan a lo mismo: al consumismo. Moldean al hombre deseable para el consumo, fenómeno neoliberal por definición.

La libertad y la igualdad que cacarea el neoliberalismo son en esencia sus antivalores. Es una libertad imaginaria que siempre lleva al mismo fin; es una igualdad que no reconoce las condiciones materiales, solamente reconoce la misma oportunidad de competir.

El sistema se vale de múltiples artimañas para perpetuarse. Es un sistema que corrompe, que propicia el individualismo, la satisfacción personal, que crea nuevos dioses. Es un sistema engañoso.


Polilla

El lunes de esta semana apareció, en las páginas de La Voz del Sureste, el suplemento Polilla, editado por el Colectivo Gambusino, integrado por historiadores en ciernes. Será un suplemento que verá la luz cada quince días. Un agradecimiento al buen Ciro Castillo y en general a este medio, por abrir espacios.


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martes, octubre 12, 2004

El Personal ni de relajo iba a misa


· El Personal ni de relajo iba a misa


No es necesariamente ácido lisérgico combinado con una gran dosis de humor lo que produce el placer de El Personal. Pero sí es acidez y sí es humor lo que corre por las liras de este grupo que ha quedado, con justa razón, para la historia.

Aparecieron con ritmos y canciones diferentes, combinando reggae, rock guapachoso, foxtrot y bolero con la voz peculiar del buen Julio Haro. Pero las letras, esas sí que son chidas: deambulan, a simple vista, por lugares comunes para caer en la crítica picante y súper divertida que, con la música, se convierten en un gran festín para los oídos de cualquiera.

Poco a poco los de El Personal se fueron acabando, muriendo. Pero dejaron huella en la escena del rock que se hace en México. Este grupo, de Guadalajara, apareció formalmente para la industria, en el buen sentido de la palabra, con el disco No me hallo, en la segunda mitad de la década de 1980. Era la época en que los medios comenzaban a legitimar el movimiento contracultural, pero también la época en que aparecieron, a mi gusto, las leyendas que forjaron nuestros gustos decibélicos.

Bien divertidos bordearon límites existenciales como ese de “no me gusta ni la escuela ni el trabajo, no me gusta ni la lucha ni el futbol, no voy a misa ni de relajo, no me consuela ni la mota, ni las pastas ni el alcohol”; o dieron lecciones para ligar nenas sabrosas, quizá apretadas, con “yo lo que quiero contigo es asunto muy aparte, es a picarte el ombligo a lo que aspiro yo tanto (…) dale de comer al conejito”; y qué decir de las que se hacen pendejas, “no te hagas, que a ti te está pasando lo mismo que a mí”; y para cerrar, la antiesnobista ecológica Nosotros somos los marranos con “hay que llenar el mar de orines para acabar con los delfines”.

No me hallo es el único disco infaltable de El personal. Los demás, Melodías inmortales (éste más o menos se defiende) y La última y nos vamos son como las segundas partes: chafas, malas, feas, quizá porque esperamos la misma frescura ácida de las letras y la voz de Haro.

Los sobrevivientes del grupo quisieron hacer esas segundas partes, bien intencionadas, pero tuvieron que comprender que como el primero no hay dos. Y sí, aventaron la toalla en una sabia decisión y dejaron que la leyenda hablara por sí sola.

Alipuzz

Ya circulan por ahí las letras embriagantes del Alipuz, fanzine cursi y rocanrolero. Su dirección electrónica es www.alipuzz.cjb.net, por si alguien quiere echarse un clavado mareador.

www.ucroniazz.blogspot.com
mentas: vlatido@yahoo.com.mx


jueves, octubre 07, 2004

Viejo indecente

·        Viejo indecente
 
 
 
Irreverente, anarquista, valemadrista, cogelón, bolo, mariguano, pedante, y mienta madres, Charles Bukowski es heredero de la literatura beat. Su obra se nutre de una realidad asfixiante, de una sociedad denigrante y corruptora. Hace crudos retratos de personajes urbanos: putas, mendigos, borrachos, jugadores, drogadictos, etcétera; expone la condición humana. Es, dicen, un escritor maldito.
 
Es chingón.
 
Hay a quien no le gusta. A algunos les caga leer sobre mamadas, cogidas y pedas. A otros les puede su no literatura, su estilo despreocupado que en nada se parece, por ejemplo, a la depurada técnica de los mejores best sellers.
 
Su obra circula por el subterráneo mundo de las letras. Ahí, en las cañerías donde libremente se gestan expresiones musicales, plásticas y literarias, es bien acogida. Pero a Bukowski qué le importaba si era leído o no por la crítica, por las buenas conciencias. Su obra fue más famosa en Europa o en Latinoamérica que en Estados Unidos. Los gringos, con su doble moral (religiosa y promiscua, mesiánica y subyugadora) no soportan la crítica desde adentro de su suciedad. Pero a él sólo le interesaba contar ese bajo mundo por el que anduvo. Su alter ego, Henry Chinasky, aparece en sus cuentos y novelas bebiendo trago, buscando mujeres y despilfarrando el poco dinero con el que contaba. Y así era Bukowski, una especie de gurú contracultural.
 
Sus textos encontraron resonancia en la cultura punk, resistente y destructora por antonomasia. Se convirtieron en la expresión de una generación posmoderna caracterizada por el desencanto, la desilusión, la anarquía y la negación del futuro. (Theres is not future, llegaron a decir los principales grupos punketos, como The clash y Sex pistols). Por eso vivieron el presente, lo gozaron haciendo una decidida apología a las drogas, al sexo y al rocanrolito (sé que es una frase hecha, pero es buena).
 
Anagrama, editorial española, publica y distribuye sus obras en México. Lo único malo es que en las traducciones abunda la jerga ibérica. Su prosa es exquisitamente pedante, pero los modismos españoles la ensucian. Proliferan palabras como follar, polla, hostia, coño, tío.
 
 Pero a fin de cuentas eso poco importa.
 
 

mentas: vlatido@yahoo.com.mx

jueves, septiembre 30, 2004

Pulsión escópica



· Pulsión escópica


Los tiempos aquellos de esperar la noche para entreabrir las persianas del cuarto y sentarse a aguardar, fumando, a que la vecina comenzara el ritual de desabrochar los botones de su blusa, bajar el zíper de su pantalón y dar la espalda en busca de su pijama, se han acabado.

Ahora no hay más que ir a un ciber, o comprar tarjetas prepagadas y meterse a internet. La cosa es sencilla: teclear la dirección correcta o conseguirse una amiga virtual exhibicionista.

Escopofílicos les llaman unos, voyeuristas otros, mirones la mayoría.

Es el placer de ver, de ser visto.

Putas, mujerzuela, tanga, porno, cogidas, son algunas de las palabras clave que nos llevan a sitios donde se exhiben mujeres cogiendo, que se dejan penetrar por negros, asiáticos, europeos, latinos o pigmeos; mujeres que, con dildo en mano, se asaltan unas a otras.

O sino contactar alguna comunidad virtual cuyo requisito sea contar con webcam. El sexo en tiempo real, sin el temor de enfermedades y con la seguridad de que, si alguien es rechazado, encuentra consuelo en la mirada. O quizá en la exhibición de su cuerpo.

Onanismo puro, destilado.

Una a una desfilan las imágenes, corren los fluidos que parecieran, a veces, escapar del sistema binario. El corazón quisiera dejar de latir porque no hay sentimientos, no hay culpa, solamente placer… inexorablemente carnal.

Es el lujo de vivir en estos tiempos, dominados por la imagen, por el voyeurismo, por el bienestar carnal, material. Es el eros electrónico. Así es la digigeneración.

Sí, se han terminado aquellos tiempos tan llenos de impaciencia. Ya no hay que esperar a que anochezca. Pero eso sí, que no se vaya la luz, por favor.

miércoles, septiembre 22, 2004

!Absolución!


· ¡Absolución!



Y ahí estaba yo, el morboso: prendido a la televisión, en el zapping, yendo de un lado a otro con tal de ver a qué caraja hora salía Gloria Trevi de prisión. Fue gratis, sin boleto, como un espectáculo callejero. El guateque comenzó en la tarde cuando en esos bizantinos programas de espectáculos aparecieron unas barras, las de la cárcel, que escondían el rostro de la Trevi. Después del tedio, del aburrimiento y de la letanía de acusaciones, por fin, fue absuelta.

Qué bueno, dije, otra vez la Trevi dando el espectáculo teibolero en la televisión, dizque cantando. (Ella y sus allegados lo dicen, es una virtuosa). La Trevi, con sus medias rotas revolcándose en el piso, enseñando sus braguitas para pervertir a los incautos televidentes. O la Trevi de los calendarios, semidesnuda, provocativa, que engalana las cantinas y recrea la dilatada pupila de los bolos al caer la noche. ¡Sí, ahí vamos otra vez!

Aunque, claro, se ve cansada, vieja, a pesar de la acicalada de rigor para poder llenar las pantallas de Televisa. También dice ella que ha evolucionado, que ha madurado como persona. Ahora sí hay que prepararse, encerrar a las niñas con sueños de farándula y entrenar la vista para ver más piel, tatuajes, bondades de la naturaleza humana, con el infaltable aval de la televisión.

Mientras tanto fueron más de seis horas de transmisión televisiva en vivo, con un enlace al noticiario de López Dóriga; y después la Trevi cantando para todo México (sí, lo he visto), con los ojos llenos de lágrimas. Ella todavía en el penal, aprovechando los dones de la televisión, mitificándola. Total, la ansiada libertad, la calle, puede esperar un par de horas más, hasta que se harte de hablar al micrófono.

Lo mejor está por verse. Buenos agarrones entre esa bola de periodistas de espectáculos que, quizá, no lo sé, pasean por las esquinas citadinas con el pelo suelto, muy rebeldes, libres, ellas. O la oportunidad inmejorable del fenómeno mediático aprovechado por los anunciantes, esos mecenas de la televisión comercial.

(Bueno, ya, quiero bajarme del tren).

Tráfago

Texto presentación del fanzine Tráfago, que vio la luz recientemente:

Lo primero que encontramos/ es un callejón sin salida./ Las paredes nos negaron la edad adulta;/ creo que eso es parte de una guerra sucia,/ mas la palabra improvisa libertades,/ graffitis ricos en vitaminas y hierro./ Basta un poema erigido a golpes/ y tender nuestras manos/ de barro, arena y sangre./

miércoles, septiembre 15, 2004

El títere rebelde



Hidalgo, el títere rebelde



Cuando la conspiración de Querétaro fue descubierta, a Hidalgo le mandaron a avisar del acontecimiento. El cura, quien se encontraba en Dolores, Guanajuato, decidió adelantar el comienzo de la guerra de independencia: pidió a los serenos del pueblo despertar a la gente y que uno de ellos comenzara a tocar las campanas de la iglesia. Al escuchar el tañido, la gente se apiñó en la iglesia. Su discurso fue incendiario: nos quieren quitar la religión, quieren entregarnos a los franceses. Arengó: ¡muera el mal gobierno!, ¡mueran los gachupines! (Algunos aseguran que dijo: ¡vamos a coger gachupines!, pero como para los mexicanos coger tiene un sentido sexual, la historia oficial prefirió suprimirla por matar).

La misión de Hidalgo se había cumplido. Los jefes insurgentes, entre ellos Allende, habían pensado en alguien que se identificara con el pueblo. El objetivo era conformar un ejército popular y hacer llegar a la gente las ideas de la guerra. Buscaron a alguien que se comunicara con el pueblo, que existiera entre ellos una comunión. La persona indicada tuvo que ser un cura.

Los dirigentes de la conspiración decidieron que Hidalgo cumplía con los requisitos para incitar al pueblo a tomar las armas. Fue elegido. De otra manera hubiera sido difícil obtener el apoyo de los campesinos.

Hidalgo había cumplido su parte: incitar a la gente a formar un ejército popular. Una vez que dirigió batallas, la anarquía entre sus hombres se hizo patente. Permitió la muerte de al menos 400 españoles, así como saqueos en las ciudades. Además, ya no comulgaba con las ideas de Allende, quería la libertad total, desconociendo a Fernando VII, rey de España. Provocó una escisión en las tropas insurgentes.

El cura fue más allá de lo que le habían encargado. Al principio había sido utilizado para manejar al pueblo, pero se había rebelado. El papel de Hidalgo en la guerra no debía ser el de un protagonista. El cura serviría sólo de puente entre la cúpula que quería asaltar el poder y el pueblo. Era un instrumento de legitimación del movimiento independentista. Al principio sólo él podía agitar a las masas.

Hidalgo es, de cierta manera, un héroe circunstancial. Fue elegido por sus circunstancias, por ser un hombre íntimamente ligado al pensamiento popular, a sus necesidades. Allende y los demás conspiradores pudieron elegir a otro sacerdote, a otra persona que hiciera la misma labor. Quizá hoy nuestro calendario cívico fuera diferente.

miércoles, septiembre 08, 2004

Hedonista eres

• Hedonista eres



Hedonista eres: buscas el placer por placer (¡ah!, quieres fumar, lo
sé); te complaces en espiar a los demás para verte a ti misma; giras en
torno al morbo, al espectáculo, a lo banal, al dinero, a la información:
en torno a un círculo del que no puedes salir, que te enajena.

Tu relación de maridaje con el capitalista, ese gordo grotesco, te
impone y dicta necesidades. Su discurso mareador te envuelve y te
convierte en su musa eterna, ineluctablemente desgraciada. Insatisfecha
contaminas a quienes no quieren ser como tú. A través de la colonización
mental llegas hasta los lugares más recónditos para implantar necesidades:
el sabor de la comida chatarra, el goce de lo masivo, el modo de vida
occidental, las aspiraciones clasemedieras, una fiesta (party, happy
birthday, no sé, dile como se te venga en gana) en Mc Donalds.

Eres heterónoma y consumista: los medios de comunicación te implantan
modelos de vida. La publicidad —en televisión— es su principal aliada.
Plantean situaciones en las que satisfaces falsas necesidades y
aspiraciones. Te usan para que promuevas productos banales asociados con el
prestigio. Son productos de fácil adquisición. Promueves, pues, el
consumismo, el placer de gastar el dinero sin importar las necesidades
reales. A tu juicio, todos tenemos las mismas necesidades y todos podemos
satisfacerlas. Estandarizas la cultura, el nivel de vida, las costumbres,
las necesidades, las aspiraciones.

Eres idólatra: tus nuevos dioses se materializan en el dinero y en el
placer. Para ti es importante el valor de cambio. Los sentimientos, el
conocimiento, la cultura, el arte, el prestigio, todo tiene un valor de
cambio. Por eso rindes culto al dinero, al placer de gastar. Valoras el
metal y no la cualidad. Con el dinero, eje central de tu amasiato con
el gordo grotesco, satisfaces las falsas necesidades, obtienes placer,
adquieres prestigio, haces la vida sencilla.

Tristemente sabes que estás enajenada. Vives para hacer lo que te
satisface. Y caes en ese círculo del que ya no puedes salir. Eres idólatra,
consumista, hedonista, eres feliz.

Y de repente te maquillas, hasta bonita te ves vestida de blanco
marchando por las calles, y quieres que todos te volteemos a ver, que te
hagamos caso. Eres una ramera cualquiera, aunque te llames, a fuerza,
sociedad civil.

Convenenciera que eres, lo sé.

jueves, septiembre 02, 2004

Monstruosa utopía

Monstruosa utopía



La utopía nace de una insatisfacción. Nuestro sistema, la globalización, el neoliberalismo, son fuente de insatisfacciones. Y son insatisfacciones para quienes el sistema los ha destruido; pero también lo es para quienes esperan más de él.

Si son insatisfacciones de la élite, el sueño guajiro se convierte en pesadilla para la colectividad. La élite insatisfecha busca crecer a costa de los demás. En ese esquema paternalista el papel de un líder juega un rol importante. En nuestra sociedad, el portavoz son los medios de comunicación: nos venden sueños, esperanzas, progreso, bienestar, una sola clase social, la sociedad de masas.

Pero atrás se esconde el gran monstruo del imperialismo cultural que legitima al económico. Atrás está la industria cultural que forma hombres acordes al capitalismo. ¿Para qué sirve, entonces, esa utopía?

La verdadera satisfacción es de unos cuantos, de quines quieren más, de quienes cada día son más ricos. Los grandes capitalistas son los que construyen, en este caso, las utopías. Y ponen al alcance de los demás la solución a esa insatisfacción: cada vez es más fácil comprar el supuesto lujo. Un carro, un televisor, un DVD, productos de uso personal; todo lo que brinde status, lo que dé prestigio y poder.

Pero también hay otras utopías, las que se originan como una alternativa a ese capitalismo. Implican, sin embargo, un doble trabajo: vencer, primero, a la utopía generalizada; y concretar, después, la utopía propia. Es un camino más largo y quizá nunca sabremos si esa utopía era realizable. Pero son utopías no paternalistas que implican el consentimiento de la colectividad desde la colectividad misma. Y mientras se venza a la primera utopía, los pueblos seguirán sufriendo su realidad.

Entonces, ¿utopía para qué? Utopías como las que nos ofrece la industria cultural, instrumento del gran capital. Sueños realizables que eliminan la insatisfacción con sólo beber un poco de coca cola; sueños que explotan la condición humana en su lado oscuro, potenciando la necesidad de de ser parte de un sistema pútrido. Esa es la quimera de unos cuantos que disfrazan en utopía para la colectividad.

O una utopía mucho más ardua que quizá no sea realizable. Esa sí es una verdadera utopía: revertir las condiciones en las que actualmente se desarrolla la otra utopía. A lo más que se puede llegar es a proponer una pequeña ínsula donde se combata al gran sueño para después, desde ahí, sembrar el embrión de una mejor utopía.


miércoles, agosto 25, 2004

De piratas y corsarios



· De piratas y corsarios



A fines del año pasado, cuando salió a la venta un disco tributo a Rodrigo González, escribí un artículo sobre los discos piratas. En ese entonces narré la manera en que busqué el disco en varias tiendas. No lo localizaba. Pero al salir de uno de los negocios, caminando sobre la avenida central, lo encontré en un puesto de discos piratas. Ahí, de paso, compré otros que tampoco se hallaban en las tiendas que había visitado.

No intento, ni quiero, hacer una apología de la piratería. Es cierto que tarde o temprano muchos discos, sobre todo los comerciales, se consiguen en cualquier establecimiento. Otros discos, sin embargo, a veces son una auténtica rareza. O quizá algunos, los originales, se distribuyen en círculos cerrados.

Ahora han confiscado montones de discos piratas. Varios establecimientos dejaron de existir. Otros, los aferrados, renacieron aunque con menos mercancía, no vaya a ser que otra vez los vuelvan a barrer.

Por todos lados se aplauden las acciones en contra de la piratería. De acuerdo. Protegen a los autores, a los creadores, a quienes viven de la cantada y del espectáculo. Aunque, hay que ser sincero, algunos no deberían existir y si la piratería los truena estaría agradecido. (Perdón, sé que no vivo de eso).

Dicho sea de paso, siempre cabe la duda si quienes se dedican a exterminar a los piratas se vuelven, después, con el paso del tiempo, en verdaderos corsarios: tienen un soterrado permiso para vender, en otros círculos, a escondidas, la mercancía confiscada.

El punto es que los discos piratas se convierten en una “alternativa” para conseguir música que de una u otra manera no se vende en los comercios de Tuxtla.

Claro que depende del gusto. Pero entre los piratas hay desde la melodía trillada, esa que pasa en la radio y tv cada 10 minutos, hasta las bandas más gruesas y underground del punk, heavy, rock, metal y por ahí, también, rastas y skatos.

Esa es una de las gracias de la piratería.

Ahora proliferan los dvd piratas. En realidad sucede lo mismo. Adiós a Lenin, película exhibida en la reciente muestra internacional de cine, por ejemplo, la conseguí de casualidad apenas un par de días después de verla en el teatro. Aunque la calidad de la imagen, en este caso, es por mucho deficiente.


jueves, agosto 19, 2004

Lascivia ucrónica

Lascivia ucrónica



Todo es un sueño, una mentira. O una reinvención. Así es Ucronía, exposición del artista plástico Luis Villatoro. En ella hay fantasías, historias falsas, realidades que sólo existen en sus cuadros, en esas mujeres desnudas, lascivas, que deambulan por un mundo paralelo.

Es, como el nombre de esta columna, una mentira hecha realidad: en lugar y tiempo inexistentes.

Luis Villatoro no es un pintor de tendencias, de modas (él se define como un pintor de sentimientos, que se deja llevar por eso que trae dentro, que lacera). Su exposición retoma el sentido ucrónico para pasear en un sinfín de realidades que inexorablemente desembocan en una vagina húmeda, en labios carnosos y en cuerpos que son estéticos en esa realidad plástica. Reinventa amores con un sinnúmero de mujeres, fantasea con miles de posibilidades que tienen su origen, quizá, en una sola historia.

Es, dice Villatoro, un homenaje a la mujer. Una invención de situaciones, historias, en las que es inevitable el erotismo, el sexo y, en un desliz hormonal, la promiscuidad.

Así, del cielo cae un ángel sexuado (acierto: es una mujer), sus alas envuelven un cuerpo desnudo, perfecto, que invita al pecado, a la lujuria. Destila erotismo y fluidos que parecieran escurrir en la tinta roja. Es un amor prohibido.

O un retrato de mujer: ojos penetrantes, profundos; boca sensual y labios carnosos, antojables. Rostro que encierra algo prodigioso… que invita a la fantasía, a rescribir lo que nunca sucedió, lo que pudo haber sido.

Cuadros que lubrican y que exponen las ganas de mirar, de ver, de imaginar. Cada uno de ellos guarda una historia íntima que solamente Villatoro conoce. Pero eso no corta las alas de las miles de quimeras que se cruzan por nuestras mentes, esas que alimentan sueños y que nos asaltan en noches húmedas.

A fin de cuentas la mente es la culpable del onanismo que nos obliga a encerrarnos en un mundo en el que los fluidos corren como ríos de lava por las venas.

La exposición estará hasta los últimos días de agosto en Plaza Crystal.


miércoles, agosto 11, 2004

Veneno esnob

· Veneno esnob



En realidad es muy sencillo: enterarse un poco de los escritores (de moda o de culto), ir a la librería y pedir al empleado un título, el que sea, de los escritores de marras; después, investigar un poco sobre la música que acostumbran a escuchar los intelectuales y hacer el mismo procedimiento. Y si quiere verse todavía más chingón, adoptar costumbres raras, como esas de volverse vegetariano o hacer suyas creencias de países exóticos.

Los esnobistas apagan la tele y se ponen a leer. Niegan su historia. Se vuelven fantoches que deambulan por los cafés y no asisten, ni de broma, a ver los partidos de los Jaguares. Critican lo que siempre admiraron, se convierten en impostores.

Lenguaje y actitudes cambian. Se vuelven analíticos, adoptan un acento medio extranjero, algo así como españolito, caminan orondos y de vez en cuando prenden un cigarro mientras dan sorbos a sus tazas de café. Dejan de llevar encima revistas de espectáculos y la cambian por las culturales, por las de temas refinados.

De repente se sienten incomprendidos, amargados. No les satisface su alrededor. Antes reían a carcajadas con las ocurrencias de la hora pico, la academia y el big brother. Después dicen que todo es banal.

Se vuelven teóricos, analizan la realidad social. Saltan de los reality shows a los noticiarios, en los que, dicen, priva la mercadotecnia y las puras ganas de vender.

Pendantería esnobista o un verdadero cambio de actitud. Es difícil saberlo, a menos que empleemos esa técnica orwelliana para espiarlos día y noche y esperar a que cometan, en la soledad, algún error. Quizá cacharlos en el baño con una revista cursi; o en la cama arrullándose con canciones de Reyli.

No sé.

Les demos a algunos el beneficio de la duda. Sí, cambiaron. Entonces les podemos quitar el mote esnob, aunque les haya costado. Pero eso no significa que no puedan disfrutar de un buen partido de futbol, o dejar de ver los Simpson. ¿Total?

Y a quienes viven en la impostura, a esos sí, que se los cargue judas.



lunes, agosto 09, 2004

El ángel que cayó del cielo

Aquí van unos artículos que no había pegado

• El ángel que cayó del cielo




Riffs duros, la guitarra chilla y el requinto taladra los oídos; la voz platina, educada, de Arturo Huizar acepta, primero, ser un borrego de la sociedad, después se dice (y todos repetimos en coro) ¡un pinche loco! Así, con esa actitud, con esas características, apareció allá por la década de 1980 la banda emblemática, paradigmática diría, del metal mexicano: Luzbel.

Yo cursaba la preparatoria cuando los escuché. Llevé el casete a mi casa escondido entre mis cosas, lo puse en el walk man y comencé a nadar entre ríos de muertos, a sentir que mis manos se transmutaban en cuerdas de guitarra y sostenía paisajes de melodías encantadas (Luzbel dixit). Eran, para mí, la sensación, la irreverencia ante los Hombres G.

Un buen día, mi madre entró en mi cuarto y encontró el casete profano: en la portada aparecían demonios quemándose en el infierno, con actitudes retadoras y, en letras grandes, tenebrosas, el nombre del ángel que se cayó del cielo. Claro que eso no agradó para nada a mi madre, pero tampoco los tiró. Solamente me dio un jalón orejas y prometí no volver a escucharlo. Todo fue en vano.

Después, con el tiempo, me hice de varios de sus casetes, ahora discos: Metal caído del cielo, Pasaporte al infierno, Otra vez, Luzbel, La rebelión de los desgraciados, sus antologías perdidas, Evangelio nocturno, El tiempo de la bestia y los Vivo y desnudo.

Los cinco primero son, sin duda, los mejores. Pero los años han pasado, sus integrantes se han dispersado y solamente Huizar, con una voz cansada, casi aguardentosa, intenta revivir la leyenda. Atrás quedaron los buenos tiempos del heavy metal mexicano y, quizá, del heavy metal mundial.

Tuve la fortuna de asistir al concierto que ofrecieron en Tuxtla hace algunos años, pocos en realidad, y el espectáculo no fue lo que se esperaba, sobre todo por la voz del viejo Huizar. Sin embargo, ver al emblema del metal y recordar sus viejas rolas (Por piedad: ensayaron en ti ti toda la crueldad, eres un sacrificio sin terminar, en tu espalda abrieron canales de sangre que no alcanza a lavar el pecado del hombre, o la también vieja conocida La gran ciudad: y si te acercas al fuego verás salamandras volar, vienen sangrando recuerdos y así el sueño llega a su fin) fue lo único que valió el boleto.

Ahora recuerdo esos buenos tiempos, volviendo a escuchar, muy aferrado, sus canciones. Y quién sabe si volverá a haber otro grupo como ése, es más, quién sabe si volverá a existir otra propuesta del heavy metal clásico. Los grupos de la vieja guardia se extinguen, se hacen rucos. Ahí está Rata Blanca, o Ángeles del Infierno... y como esos, que canten en español (disculpen mi, cómo diré, chovinismo lingüístico), ya no hay.

Luzbel agoniza, siente los rayos del nuevo rock, de los nuevos géneros y de las nuevas generaciones. Pero siempre habrá irreverencia aun cuando los malditos mass media hagan circular la, dicen ellos, contracultura.







Noticias de este imperio

Noticias de este imperio (o la manipulación del pasado)



Ya en el siglo XIX había razones para negar la Historia. Con la independencia de México nacieron dos bandos, los liberales y conservadores, que discutieron e intentaron llevar a cabo su propio proyecto de nación. Entre otras cosas, ambas facciones tenían su propia idea de la manipulación del pasado. Su propio concepto de la historia de México.

En resumen: los liberales, grupo de ideas progresistas, apostaban por la creación de un nuevo ser mexicano, negando, de paso, las raíces prehispánicas e hispánicas, así como la religión católica; los conservadores, por su parte, negaban las raíces indígenas y argumentaban que la identidad debía de construirse a partir de la hispanidad, es decir, de la conquista de México a manos de los españoles.

No sé dónde he oído eso, me suena familiar.

Bien dicen que la historia describe espirales; que es, de alguna manera, cíclica. Y sí, tienen razón. Ya en el XIX se pretendía construir la identidad manipulando el pasado (también, hay que decirlo, negando el pasado). Ahora, en pleno siglo XXI también hay intentos de manipular el pasado y negar la historia. El ciclo, pues, se repite.

Una de las razones del XIX era no nacer desamparados, solos, sin ningún paternalismo en el concierto mundial. Los grupos conservadores querían, para no perder privilegios, seguir bajo el cobijo de alguna corona europea. Por eso su historia comenzaba a partir del siglo XV, cuando los españoles (esos semidioses) descubrieron estos territorios que después, al inventarla, llamaron América (O’Gorman dixit).

Una de las razones del XXI es construir una nueva identidad del mexicano de acuerdo al concierto mundial. Vivimos en la era de la tecnología y de la información, de la división internacional del trabajo, de la globalización. ¿Qué caso tiene enseñar historia? Lo que importa es no pensar, actuar mecánicamente, siempre haciendo sumas, restas y otras operaciones. Por eso nada cuesta reducir la enseñanza la historia y comenzar a contarla, qué casualidad, desde el siglo XV, al menos en la secundaria.

Ahí están las espirales de la historia. En esencia las circunstancias son las mismas, o quizá sea única: apegarse a un orden que rebasa la particularidad o, digámoslo así, la mexicanidad.

Y después hubo un dictador, luego una revolución, posteriormente una etapa de reconstrucción, una dictadura de Estado y al final una supuesta transición. ¿Ya se saben la historia?

Zapata, el sueño de Arau

Zapata, el sueño de Arau




No pretendo convertirme, de un plumazo, en crítico de cine. Pero la película Zapata, el sueño del héroe, me lleva por el inexorable camino de exponer dos cuestiones sobre este largometraje: el discurso cinematográfico y el discurso histórico.

La intención de la película no es relatar fielmente la vida de Emiliano Zapata, personaje de la Revolución Mexicana que enarboló el verdadero espíritu social de este movimiento. El mismo Alfonso Arau, director de la película, dijo que no pretendió hacer cine histórico y calificó a su cinta como una fábula. El resultado final fue un churro muy al estilo jolivudense, pasado por otros churros que a lo mejor se fumó el también director de Como agua para chocolate y Un paseo por las nubes antes de iniciar la filmación de algunas escenas.

Cinematográficamente, pues, la película no es la quintaesencia del cine mexicano. Pero hay cine para todos. Eso de jugar con la sabiduría de los chamanes, de creer que Zapata es el elegido, la reencarnación de Quetzalcóatl, se entiende dentro del discurso cinematográfico. No son más que recursos para poder contar una historia, para crear un mundo paralelo, una realidad autónoma. Claro que parece una exageración desaparecer, por arte de magia, a las mujeres chamanes, o transportar a Zapata a través del tiempo y el espacio. Eso sí es una jalada.

Si bien es cierto que no se hizo una película histórica —y por lo tanto no había un compromiso con la Historia— el discurso histórico es un reflejo de la manera en que nos han enseñado la Historia en la escuela: sigue siendo maniqueísta, esa de los personajes buenos y malos, de los villanos y de los héroes.

Zapata es el ungido, el bueno de la película. Huerta es el villano. Esa manera de contarnos la historia la tenemos impregnada; y así nos construyen el discurso de acuerdo a la historia oficial. No hay, pues, una comprensión del hecho, sino más bien una reconstrucción. Por eso esta película, y todas las que se hagan basadas en hechos reales con la misma idea, pueden funcionar como historia (sin mayúsculas).

La gente, los medios, los periodistas han dicho que se tergiversó la Historia, que no se retrató a Zapata y a otros personajes tal y como son. Sí, es cierto. Debemos entender, sin embargo, que estamos ante una recreación artística de la Historia y no precisamente ante un documental. Partiendo de esa premisa, debemos llegar al cine —o a la casa de la novia con un dvd pirata— con la idea que vamos a ver a cine y no documental. Los juicios de valor, eso de que si estuvo o no bonita la película, vendrán después.

miércoles, agosto 04, 2004

Apunte para fanzineros



· Apunte para fanzineros




Más allá de las fobias y las filias, del artículo contestatario, del poema maldito o cursi, del cuento, de la mentada de madre y de la ira que, si no se escupe, envenena, el fanzine representa un ejemplo de comunicación alternativa.

Máximo Simpson, teórico de la comunicación de origen argentino, (no lo vaya a confundir con el gordo amarillo de la tv) planteó, entre otras cosas, que para que exista comunicación alternativa el mensaje debe ser antiautoritario, horizontal, sin compromisos, con posibilidades de retroalimentación y que se convierta en una alternativa al discurso dominante.

Simpson también apuntaba que otras de las características de la comunicación alternativa son las que se refieren al usufructo del medio, a la participación de la colectividad y hasta a su distribución. En pocas palabras, el profesor argentino apeló a la colectividad y al antiautoritarismo.

El fanzine se construye por un colectivo pacheco, (o en el triste viaje de la soledad), donde simplemente se vierten ideas de manera horizontal, de tú a tú; en el que no se imponen mensajes ni se considera que lo que se dice es la neta; es tan flexible que bien cabe un poema trillado o un cuento en el que se desafía a las palabras; es un papel fotocopiado que se convierte, se quiera o no, en una alternativa al discurso dominante de los medios de comunicación.

Su distribución es de mano en mano, interpersonal, que alcanza a públicos mayores, es decir, a grupos de personas con características similares, sin llegar a la denigrada masividad. El usufructo, como tal, no existe. Considera a la información como un bien público, a los textos, literarios o periodísticos, como una necesidad.

Así es un fanzine, antiautoritario, libre, anarquista, punketo, rockero, desmadroso, alternativo, viajero, guajiro, escandaloso, alucine, anti censor, creativo, simple, cursi, sabroso, y una larga lista de etcéteras en la que se pueden incluir los calificativos más agresivos como los más aich. Puede que haya de todo.

También en la red se comienzan a popularizar los blogs, una suerte de bitácora personal. Esa también es una forma alternativa que obedece a las puras ganas de comunicarse. Aunque, además, es una buena golosina voyeur. Pero ese será tema de otra entrega.






miércoles, julio 28, 2004

Periodismo digital

     Periodismo digital

 

Ya se me había hecho costumbre leer, muy de mañana, a Ciro Gómez Leyva y a Carlos Marín en Milenio.com. Un buen día, no recuerdo exactamente cuándo, dejó de aparecer la columna La historia en breve, de Gómez Leyva. Lástima, buena pluma (antes lo veía en la tele, en el 40; ahora ni siquiera lo voy a leer). Ahora trato de leer a Marín y resulta que ya no tengo acceso a su columna. Nadie, que no se haya suscrito al periódico, puede leerlo por internet.

         Primero fue el periódico Reforma, en su edición por internet, que comenzó a cobrar a los usuarios para poder entrar a la página. Aunque, claro, lo único que rescataba en ese diario era la columna de Dehesa, los monos de Trino y las puntadas de Catón. No más. Ahora es Milenio. Sólo quedan, a mi gusto, La Jornada y El Universal.

         Lo único que pierdo como usuarios es leer las columnas, los cometarios y artículos de fondo. Al menos en Milenio no se tiene acceso a ellos, pero sí a la nota principal. Pero resulta que esa nota la leo en otros diarios, ya sea en internet, o en las versiones impresas de los nacionales y los locales.

          Esa es una de las tendencias del periodismo digital. Pero la red es tan grande, tan voluble y llena de tanta información, que a veces resulta incomprensible que los diarios de prestigio quieran lucrar ahí, en el espacio virtual. Tan fácil resulta buscar la información por otro lado y se acabó.

         Tampoco, confieso, leo un periódico en línea de pies a cabeza. Sucede que los textos son igual de extensos que los impresos y que, además, cansa la vista por la pantalla de la computadora. Pero también brinco de diario en diario para buscar, de un jalón, distintos puntos de vista.

         Por eso digo que no ha de ser buen negocio eso de empezar a cobrar por entrar en las páginas web de los periódicos. A menos que esta tendencia no se revierta y suceda lo mismo con los demás. Entonces sí, se tendrán que buscar alternativas. Pero la red las tiene. Lo mejor está por verse.

 


 

 
          

miércoles, julio 21, 2004

Los internautas

Los internautas 
  

No es tan difícil hacer click y buscar insaciablemente cuanta cosa nos venga en gana. Todo depende de nuestro estado de ánimo, de lo que nos dejen de tarea en la escuela o de nuestra voracidad voyerista.
 
            Un cliché: es la ventana al mundo. Es Internet.
 
            Explotemos nuestro lado voyerista, nos enteremos de la vida de equis persona. Escojamos un nombre: Laura Hernández. Lo primero que hay que hacer es entrar a la página de google, uno de los mejores buscadores. Tecleamos entre comillas el nombre de marras y le agregamos, sin comillas, diario, para saber si encontramos algo más íntimo.
 
            El resultado, en la primera página (para no ir más lejos), es de varias mujeres con ese nombre. Escojamos uno: el de una periodista puertorriqueña acusada de traficar cocaína.
 
            La acusada, junto a otros periodistas puertorriqueños, es señalada de traficar cocaína en República Dominicana. Ha sido llevada a juicio al lado de su esposo y se considera que puede recibir sentencia de 5 a 20 años de prisión. Encontramos tres notas periodísticas al respecto.
 
            También el resultado que nos arroja la búsqueda es de una doctora que ofrece sus servicios en la ciudad de México; de otra Laura que pega su mensaje en un foro de discusión; de otra que aparece en una lista de excompañeros de una escuela cualquiera, y otras tantas historias que se encuentran en la red.
 
            Así nos enteramos al menos de la vida de una persona, con un nombre elegido al azar. Alimentamos nuestra debilidad de mirones. Luego tecleamos otras palabras, algunas incoherentes, y la red nos proporciona resultados y hasta nos sugiere búsquedas correctas.
 
            Después de haber navegado un par de horas, decidimos entrar al famosísimo messenger para ponernos a chatear. Nos encontramos con la novedad de que algún contacto desconocido nos ha agregado a su lista. Está en línea. Iniciamos la conversación. Nos descubrimos mentirosos, diciendo falsedades de nosotros y creyéndonos, como si fuera una necesidad, lo que el otro nos dice. Él o ella también se descubre voyerista, mirón, al cabo que se esconde tras una pantalla y escoge, en cualquier galería, la foto que redondea su impostura.
           
            Así suelen ser los internautas.