Oficio de tinieblas

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jueves, noviembre 25, 2004

Los discursos de la historia

· Los discursos de la historia

La historia es un instrumento utilizado para someter a los pueblos. Borrar la memoria histórica permite reconstruir otra historia basada en hazañas de los nuevos héroes. Esa es la historia funcionalista, la historia oficial reproducida en los libros de texto y en los medios de comunicación.

Por un lado aparecen los historiadores funcionalistas que buscan mantener, con la difusión de su discurso histórico, un régimen. No importa si éste es una dictadura o un gobierno democrático. Su función es escribir de acuerdo a la circunstancia oficial. Su contraparte son los historiadores críticos, quienes hacen la contrahistoria. Sabedores de su importancia, buscan difundir su trabajo histórico, pero la marisma de información oficial los difumina.

La apuesta del historiador es rescatar la verdadera memoria histórica, escribirla sin compromisos políticos. La memoria colectiva también tiene que mantenerse, resistir ante los embates del discurso histórico oficial. De ahí la importancia de la historia oral, de escribir la historia de los vencidos, las pequeñas historias que identifican, sin manipulación, a los pueblos.

El historiador crítico debe estar conciente de la manipulación histórica. Y también de la divulgación del conocimiento histórico. Tiene que romper la barrera del círculo académico para trascender en la memoria colectiva, para que realmente el conocimiento histórico sea aprehendido por la gente, y no sólo por los intelectuales de la historia. Ese es un reto del historiador crítico, porque el historiador funcional ya lo ha hecho a través de distintos canales de comunicación. Y es que tiene más espacios puesto que al sistema le conviene que el conocimiento manipulado sea difundido.

Y también apelar al colectivo. Dejar de pensar que los pueblos son niños y que no recuerdan su propio pasado histórico. En las comunidades indígenas, a pesar del alto grado de aculturación (que puede entenderse como pérdida de identidad, de memoria histórica) persisten elementos del pasado histórico, no se ha roto completamente con él. El historiador debe potenciar ese conocimiento, hacerlo suyo, reconstruirlo, rescribirlo y devolverlo a la comunidad como un conocimiento sano, vivo, con esperanzas de mantener una memoria histórica auténtica, verdadera, sin la manipulación de los historiadores funcionalistas.

Aunque, huelga decirlo, el conocimiento de la historia es el discurso histórico, y no el hecho histórico. Eso lo han entendido los regímenes, sus líderes se han aceptado como sujetos constructores de la historia. Y de ello se han servido para reconstruir un pasado glorioso o perverso, según las necesidades del sistema al que sirven.


mentas vlatido@yahoo.com.mx

viernes, noviembre 19, 2004

Brujos metaleros

Brujos metaleros



La portada es así: una cabeza sin cuerpo, ensangrentada, exhibida como un trofeo; se nota que al difunto le dieron, en vida, una buena madriza pues tiene el rostro amoratado. El disco se llama Matando güeros y el grupo Brujería.

Algunos dicen que fue una estrategia de mercadotecnia, que la única intención fue vender discos. Otros creyeron que los brujos eran, en realidad, narcosatánicos y que se juntaban a tocar death metal y a fumar un chingo de mota. Lo único cierto es que se creó un mito alrededor de esta banda integrada por latinos avecindados en Estados Unidos y que, además, formaban parte de otros grupos gruesos y metaleros.

Con el disco Matando güeros (Roadrunner, 1993), Brujería entró duro en la escena metalera, sobre todo por el misterio de sus rolas (antiyanquis, breves, oscuras y con infinidad de referencias al satanismo y a la marihuana) y por la identidad de sus integrantes. En sus tocadas Juan Brujo, Güero sin fe, Asesino, Greñudo, Pinche Peach, Hongo y Jr. Hozicón, integrantes de la banda, salían con paliacates en sus rostros, como escondidos de la legalidad y de las buenas conciencias. Aunque, ¿qué integrante de los amigos de Fox se iría a meter en uno de sus conciertos?

Con Matando güeros el grupo ganó fans en México. La letra resume el ultrachovinismo con una mezcla satánica: Gabachos nos usan pa’ limpiar sus culos/ Nos tratan como mierda de puerco/ Tengan huevos y sean hombres/ Un pinche viaje al norte/Siglos pasan y nuestra raza se jode/ Cabrones gabachos /nos dan verga y miada/ Forzados a la pobreza/ Somos pinches mayates/ Tu venganza será tu destino oscuro/ Matando güeros /¡Viva la raza!/ Matando güeros /¡Estilo Pancho Villa!/ Matando güeros /¡Satanás te cuida!/ Matando güeros.

Con letras como esa, y apoyados en la atinada campaña publicitaria instrumentada en revistas especializadas, los brujos inscribieron su nombre en la escena metalera. Llevaron al máximo el espíritu canijo de los metaleros, explotando la rabia y las ganas de mentar madres en un español pobre, incoherente, pero eficiente.

Después vinieron otros discos, como Raza odiada, El patrón o Brujerizmo, con algunos cortes chidos (La ley del plomo), pero otros, la neta, pa’ los perros, como la versión de La macarena.

A varios años de la irrupción el mito se desvaneció, no porque su música haya sido mandada al diablo, sino porque al paso del tiempo, y con sus otras producciones, se supo más ellos. El misterio murió paulatinamente.

mentas vlatido@yahoo.com.mx

viernes, noviembre 12, 2004

Blanco y negro

Era el año de 1986. Ya había terminado el mundial de futbol. El televisor que teníamos, en el que nos chutamos los goles, escasos, de la selección mexicana, se había echado a perder. Creo que ya estaba viejito. Pero era un televisor a colores, Koblenz. ¿Buena marca? Saber, era un niño para comprenderlo.

Mi papá tuvo que comprar otro televisor. Salimos a la carretera a esperar el camión de la mueblería donde lo compró, le hicimos señas para que entrara en la colonia. Lo encaminamos a la casa. El televisor era mucho más pequeño que el anterior. Era blanco y negro. Bueno, en realidad se miraba mucho mejor, sin arroz y con menos interferencia.

Lo prendimos. Fue a tiempo porque en el canal dos estaba anunciada Macario, película basada en el cuento de B. Traven. (Y éste, a su vez, se fusiló a los hermanos Grimm). No hicimos palomitas ni compramos Coca. Simplemente nos sentamos a ver ese aparato que a mí me tenía maravillado, cautivado.

Además, el morbo recorría mi cuerpo. No esperaba ver viejas desnudas, ni vecinas agarradas del chongo, ni guerras, ni mamadas, ni cualquier otro espectáculo real. Lo que esperaba era la película. Sabía de ella porque me pasaba las tardes en casa de la vecina, pegado a la tele.

El primer libro que le robé a mi papá (o que él puso en mi camino) fue Cuentos del hombre a quien nadie conoce, de B. Traven (Son casi los mismos de Canasta de cuentos mexicanos, pero diferentes traductor y editorial). Y ahora vería Macario, uno de esos cuentos, en la telera: el Diablo tentando a Macario; Dios tentando a Macario, la Muerte tentando a Macario.

Claro que para entonces funcionaba al revés. Qué iba a saber de eso que dicen, que el cine echa a perder los textos literarios. Al contrario, yo quería ver a esos seres que solamente me imaginaba, y lo hacía de mil maneras. Por eso sentía morbo, mucho. Y ahí estaba Dios, ese viejo barbón que no necesitaba un trozo de guajolote, (¿para qué, diosito, si tantos borregos pastas); y el Diablo, cabrón de mierda, caminaba orondo por las veredas, ataviado y con un chingo de marihuana (supongo); y la Muerte, otra cabrona de la que se compadeció el Macario. Ni pedo, se lo ganó, como dicen.

Eso y más vi en esa tele que aún conservo en un cuarto deshabitado, a donde van a parar las cosas viejas, pero que todavía sirven. Y el libro, casi mágico, lo conservo junto a Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, otro de los culpables que yo esté escribiendo ahorita. ¡Qué carajos, libros viejos, teles viejas, monocromáticos!

Tráfago

Nadia Villafuerte, Carlos Velásquez, Alberto Martín, Luis Pulido, Javier Toledo, Domingo Flores, Dulce Yaret, plumas que integran el fanzine Tráfago, que anda otra vez en la brega, con su ejemplar número dos.

mentas vlatido@yahoo.com.mx

jueves, noviembre 11, 2004

Televicio

* Televicio
 
 
 
Tener televisión por cable no es una gran ventaja. De los cincuenta y tantos canales que hay, sólo unos cuantos valen la pena. Después, en otra entrega, hablaremos de los que valen la pena.
           
            La espectacularización de la realidad es la apuesta de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. Cada vez los contenidos son más banales y tontos. Por un lado, alientan el morbo entre los televidentes con reality shows (el espectáculo de la realidad) como big brother o estrellas de novela (intento fallido por suplir a la famosa academia); y por otro convierten a la información en mercancía, volviéndola, a la vez, en espectáculo (recuérdense las famosas venidas del Papa, o las historias que cuentan, por entregas, de multihomicidas).
 
            Y la gente hace cualquier cosa por salir en televisión, por tener sus minutos, aunque sea unos cuantos, de fama. Una tarde me dispuse a practicar un rato el zapping y encontré, en MTV, un programa llamado Dismissed. Decidí verlo porque había unas mellizas, en bikini, mostrando sin pudor sus carnes para agradar a un tipo que tenía que elegir a una. Ah chingar —me dije— sabrosotas las viejas y peleándose por un tipo guarro. No, yo no lo pienso dos veces, me quedo con ambas.
 
            Las chavas ensayaban sus mejores artimañas para agradar al machín. Y éste, aprovechando la situación, pidió besos, masajes y sobaditas de nalga. Salió, como dicen, más cabrón que bonito. El chiste es que las mellizas hicieron de todo con tal de ganarse al galán. Al final el donjuan tuvo que decidirse por una. A la que no eligió simplemente le dijo: you are dismissed. Púchale, así nomás la mandó a la goma.
 
             Lo que hacen ell@s para salir en la telera. Qué quemada se dieron con los de la cuadra. “Adiós nenorra, conmigo no hay pierde”, les han de gritar. Y en la casa se han de agarrar del chongo.
 
            Ese es el nivel de la televisión comercial. Lo malo, me dije una vez que había recreado las pupilas, es que la televisión mexicana anda por las mismas. Aunque todavía hay mochería. Sino, por qué corrieron a la Madow del gran hermano. Pero allá en España le dio rienda suelta a su arrechura.

 
mentas:vlatido@yahoo.com.mx

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