Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

jueves, marzo 17, 2005

Porno star

 Porno star


 Una mujer no sabe su desgracia: su marido la engaña, desde hace años, con otra más joven que ella. Llega al set de televisión y se encuentra a su rival confesando el profundo amor que le guarda a su hombre. Todos sabemos de lo que se trata, menos ella. Al enterarse se pone a chillar, se desnuda, la desnudan. 

         Quiero cambiar el canal, desintonizarme. Busco salir. Abordo un taxi y el chofer, con ganas de platicar, comienza a contarme su vida. “Aquí, a la vuelta, viven mis hijos con mi ex mujer. Sólo vengo por ellos, a dejarles dinero. Soy feliz con mi nueva esposa”. 

         En el trayecto, ya sobre el libramiento, termina de hablar. Tal parece que es su discurso, su historia encapsulada, la que vende a tragos a sus pasajeros. A cuenta gotas se quita y se pone máscaras, se exhibe. 

         Entro en una cantina y se escucha al Buki (si no te hubieras…). Risotadas, miradas atentas, extrañas, perdidas. En una mesa una pareja discute sus problemas. Beodos ambos. Se pelean entre gritos que al instante ansían reprimir. A ella la abandonan; gimotea, primero, llora, después, y deja la cantina cubriéndose el rostro. 

         La calle, la tele, las circunstancias los desnudan. Todos se vuelven actores que exponen, que exhiben sus pasiones como si exhibieran sus carnes. Algunos se entrenan (en la televisión ensayan sus poses, sus llantos, aprenden a mirar a la cámara); otros no tienen salida (la monotonía del trabajo, el taxi, la oficina).  

         El gran cine es la ciudad. Hay cientos de escenarios propicios para contar penas, para actuarlas. Actores todos porque también hay cámaras escondidas, oídos atentos, miradas inquisitivas. 

         También este texto es porno. (Y la noche del concierto de los Tigres del Norte).        

mentas: vlatido@yahoo.com.mx

miércoles, marzo 09, 2005

Periodismo gore

· Periodismo gore



A los cadáveres solamente los he visto en fotografías. Bueno, confieso, una vez iba caminando rumbo a mi casa y en el Sabinal vi a un hombre que, según yo, estaba durmiendo. Al otro día, noticia de contraportada: “Lo encontraron muerto en el Sabinal”. Algo así decía. Y sí, la foto era de ese pobre bolenco.

En los periódicos sigo viendo cadáveres, hombres y mujeres que alguna vez, en vida, gozaron de la humedad libertaria. Los diarios se han vuelto carniceros. Ofrecen panza, pata, hígado, tasajo y si va usted a querer sus tacos con doble tortilla. Los clientes piden monte en exceso y también una salsa que pique. Y si hay un consomé es bueno para el descrude.

El negocio es añejo, pero no deja de ser redituable. Es el morbo.

Mujeres desconocidas que son halladas en las alcantarillas, con historias que todos se imaginan pero que nadie afirma; más morbo. Hombres de rostros desfigurados, irreconocibles; adolescentes con la lengua de fuera pendiendo de una soga: sangre por todos lados.

El tren que degüella a los transmigrantes, el alcohol que maneja los destinos, los hilos, de los conductores; los celos que preparan la hoz, el desquicio, la enfermedad, la locura. Motivos hay muchos, sí que los hay. Y ellos lo saben.

Mientras, seguiré viendo un montón de fotos: tripas, vísceras, sangre: el mercado.

Periodismo gore, deberían decirle.


Xerox revenge chiapaneco

Más locos y cargados de batacas regresaron de Veracruz los del Xerox revenge, movimiento fanzineroso que sobrevive en las cloacas de Mi oficina (o cualquier otra, lo mismo da. Vientos pinchequijote por Léase: escribir…). Fueron allá a leer sus textos y, supongo, a dejarse consentir por esa vieja alcahuete a la que llaman calor.

mentas: vlatido@yahoo.com.mx