Oficio de tinieblas

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sclc/vlátido

jueves, octubre 07, 2004

Viejo indecente

·        Viejo indecente
 
 
 
Irreverente, anarquista, valemadrista, cogelón, bolo, mariguano, pedante, y mienta madres, Charles Bukowski es heredero de la literatura beat. Su obra se nutre de una realidad asfixiante, de una sociedad denigrante y corruptora. Hace crudos retratos de personajes urbanos: putas, mendigos, borrachos, jugadores, drogadictos, etcétera; expone la condición humana. Es, dicen, un escritor maldito.
 
Es chingón.
 
Hay a quien no le gusta. A algunos les caga leer sobre mamadas, cogidas y pedas. A otros les puede su no literatura, su estilo despreocupado que en nada se parece, por ejemplo, a la depurada técnica de los mejores best sellers.
 
Su obra circula por el subterráneo mundo de las letras. Ahí, en las cañerías donde libremente se gestan expresiones musicales, plásticas y literarias, es bien acogida. Pero a Bukowski qué le importaba si era leído o no por la crítica, por las buenas conciencias. Su obra fue más famosa en Europa o en Latinoamérica que en Estados Unidos. Los gringos, con su doble moral (religiosa y promiscua, mesiánica y subyugadora) no soportan la crítica desde adentro de su suciedad. Pero a él sólo le interesaba contar ese bajo mundo por el que anduvo. Su alter ego, Henry Chinasky, aparece en sus cuentos y novelas bebiendo trago, buscando mujeres y despilfarrando el poco dinero con el que contaba. Y así era Bukowski, una especie de gurú contracultural.
 
Sus textos encontraron resonancia en la cultura punk, resistente y destructora por antonomasia. Se convirtieron en la expresión de una generación posmoderna caracterizada por el desencanto, la desilusión, la anarquía y la negación del futuro. (Theres is not future, llegaron a decir los principales grupos punketos, como The clash y Sex pistols). Por eso vivieron el presente, lo gozaron haciendo una decidida apología a las drogas, al sexo y al rocanrolito (sé que es una frase hecha, pero es buena).
 
Anagrama, editorial española, publica y distribuye sus obras en México. Lo único malo es que en las traducciones abunda la jerga ibérica. Su prosa es exquisitamente pedante, pero los modismos españoles la ensucian. Proliferan palabras como follar, polla, hostia, coño, tío.
 
 Pero a fin de cuentas eso poco importa.
 
 

mentas: vlatido@yahoo.com.mx

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