Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

jueves, septiembre 30, 2004

Pulsión escópica



· Pulsión escópica


Los tiempos aquellos de esperar la noche para entreabrir las persianas del cuarto y sentarse a aguardar, fumando, a que la vecina comenzara el ritual de desabrochar los botones de su blusa, bajar el zíper de su pantalón y dar la espalda en busca de su pijama, se han acabado.

Ahora no hay más que ir a un ciber, o comprar tarjetas prepagadas y meterse a internet. La cosa es sencilla: teclear la dirección correcta o conseguirse una amiga virtual exhibicionista.

Escopofílicos les llaman unos, voyeuristas otros, mirones la mayoría.

Es el placer de ver, de ser visto.

Putas, mujerzuela, tanga, porno, cogidas, son algunas de las palabras clave que nos llevan a sitios donde se exhiben mujeres cogiendo, que se dejan penetrar por negros, asiáticos, europeos, latinos o pigmeos; mujeres que, con dildo en mano, se asaltan unas a otras.

O sino contactar alguna comunidad virtual cuyo requisito sea contar con webcam. El sexo en tiempo real, sin el temor de enfermedades y con la seguridad de que, si alguien es rechazado, encuentra consuelo en la mirada. O quizá en la exhibición de su cuerpo.

Onanismo puro, destilado.

Una a una desfilan las imágenes, corren los fluidos que parecieran, a veces, escapar del sistema binario. El corazón quisiera dejar de latir porque no hay sentimientos, no hay culpa, solamente placer… inexorablemente carnal.

Es el lujo de vivir en estos tiempos, dominados por la imagen, por el voyeurismo, por el bienestar carnal, material. Es el eros electrónico. Así es la digigeneración.

Sí, se han terminado aquellos tiempos tan llenos de impaciencia. Ya no hay que esperar a que anochezca. Pero eso sí, que no se vaya la luz, por favor.

miércoles, septiembre 22, 2004

!Absolución!


· ¡Absolución!



Y ahí estaba yo, el morboso: prendido a la televisión, en el zapping, yendo de un lado a otro con tal de ver a qué caraja hora salía Gloria Trevi de prisión. Fue gratis, sin boleto, como un espectáculo callejero. El guateque comenzó en la tarde cuando en esos bizantinos programas de espectáculos aparecieron unas barras, las de la cárcel, que escondían el rostro de la Trevi. Después del tedio, del aburrimiento y de la letanía de acusaciones, por fin, fue absuelta.

Qué bueno, dije, otra vez la Trevi dando el espectáculo teibolero en la televisión, dizque cantando. (Ella y sus allegados lo dicen, es una virtuosa). La Trevi, con sus medias rotas revolcándose en el piso, enseñando sus braguitas para pervertir a los incautos televidentes. O la Trevi de los calendarios, semidesnuda, provocativa, que engalana las cantinas y recrea la dilatada pupila de los bolos al caer la noche. ¡Sí, ahí vamos otra vez!

Aunque, claro, se ve cansada, vieja, a pesar de la acicalada de rigor para poder llenar las pantallas de Televisa. También dice ella que ha evolucionado, que ha madurado como persona. Ahora sí hay que prepararse, encerrar a las niñas con sueños de farándula y entrenar la vista para ver más piel, tatuajes, bondades de la naturaleza humana, con el infaltable aval de la televisión.

Mientras tanto fueron más de seis horas de transmisión televisiva en vivo, con un enlace al noticiario de López Dóriga; y después la Trevi cantando para todo México (sí, lo he visto), con los ojos llenos de lágrimas. Ella todavía en el penal, aprovechando los dones de la televisión, mitificándola. Total, la ansiada libertad, la calle, puede esperar un par de horas más, hasta que se harte de hablar al micrófono.

Lo mejor está por verse. Buenos agarrones entre esa bola de periodistas de espectáculos que, quizá, no lo sé, pasean por las esquinas citadinas con el pelo suelto, muy rebeldes, libres, ellas. O la oportunidad inmejorable del fenómeno mediático aprovechado por los anunciantes, esos mecenas de la televisión comercial.

(Bueno, ya, quiero bajarme del tren).

Tráfago

Texto presentación del fanzine Tráfago, que vio la luz recientemente:

Lo primero que encontramos/ es un callejón sin salida./ Las paredes nos negaron la edad adulta;/ creo que eso es parte de una guerra sucia,/ mas la palabra improvisa libertades,/ graffitis ricos en vitaminas y hierro./ Basta un poema erigido a golpes/ y tender nuestras manos/ de barro, arena y sangre./

miércoles, septiembre 15, 2004

El títere rebelde



Hidalgo, el títere rebelde



Cuando la conspiración de Querétaro fue descubierta, a Hidalgo le mandaron a avisar del acontecimiento. El cura, quien se encontraba en Dolores, Guanajuato, decidió adelantar el comienzo de la guerra de independencia: pidió a los serenos del pueblo despertar a la gente y que uno de ellos comenzara a tocar las campanas de la iglesia. Al escuchar el tañido, la gente se apiñó en la iglesia. Su discurso fue incendiario: nos quieren quitar la religión, quieren entregarnos a los franceses. Arengó: ¡muera el mal gobierno!, ¡mueran los gachupines! (Algunos aseguran que dijo: ¡vamos a coger gachupines!, pero como para los mexicanos coger tiene un sentido sexual, la historia oficial prefirió suprimirla por matar).

La misión de Hidalgo se había cumplido. Los jefes insurgentes, entre ellos Allende, habían pensado en alguien que se identificara con el pueblo. El objetivo era conformar un ejército popular y hacer llegar a la gente las ideas de la guerra. Buscaron a alguien que se comunicara con el pueblo, que existiera entre ellos una comunión. La persona indicada tuvo que ser un cura.

Los dirigentes de la conspiración decidieron que Hidalgo cumplía con los requisitos para incitar al pueblo a tomar las armas. Fue elegido. De otra manera hubiera sido difícil obtener el apoyo de los campesinos.

Hidalgo había cumplido su parte: incitar a la gente a formar un ejército popular. Una vez que dirigió batallas, la anarquía entre sus hombres se hizo patente. Permitió la muerte de al menos 400 españoles, así como saqueos en las ciudades. Además, ya no comulgaba con las ideas de Allende, quería la libertad total, desconociendo a Fernando VII, rey de España. Provocó una escisión en las tropas insurgentes.

El cura fue más allá de lo que le habían encargado. Al principio había sido utilizado para manejar al pueblo, pero se había rebelado. El papel de Hidalgo en la guerra no debía ser el de un protagonista. El cura serviría sólo de puente entre la cúpula que quería asaltar el poder y el pueblo. Era un instrumento de legitimación del movimiento independentista. Al principio sólo él podía agitar a las masas.

Hidalgo es, de cierta manera, un héroe circunstancial. Fue elegido por sus circunstancias, por ser un hombre íntimamente ligado al pensamiento popular, a sus necesidades. Allende y los demás conspiradores pudieron elegir a otro sacerdote, a otra persona que hiciera la misma labor. Quizá hoy nuestro calendario cívico fuera diferente.

miércoles, septiembre 08, 2004

Hedonista eres

• Hedonista eres



Hedonista eres: buscas el placer por placer (¡ah!, quieres fumar, lo
sé); te complaces en espiar a los demás para verte a ti misma; giras en
torno al morbo, al espectáculo, a lo banal, al dinero, a la información:
en torno a un círculo del que no puedes salir, que te enajena.

Tu relación de maridaje con el capitalista, ese gordo grotesco, te
impone y dicta necesidades. Su discurso mareador te envuelve y te
convierte en su musa eterna, ineluctablemente desgraciada. Insatisfecha
contaminas a quienes no quieren ser como tú. A través de la colonización
mental llegas hasta los lugares más recónditos para implantar necesidades:
el sabor de la comida chatarra, el goce de lo masivo, el modo de vida
occidental, las aspiraciones clasemedieras, una fiesta (party, happy
birthday, no sé, dile como se te venga en gana) en Mc Donalds.

Eres heterónoma y consumista: los medios de comunicación te implantan
modelos de vida. La publicidad —en televisión— es su principal aliada.
Plantean situaciones en las que satisfaces falsas necesidades y
aspiraciones. Te usan para que promuevas productos banales asociados con el
prestigio. Son productos de fácil adquisición. Promueves, pues, el
consumismo, el placer de gastar el dinero sin importar las necesidades
reales. A tu juicio, todos tenemos las mismas necesidades y todos podemos
satisfacerlas. Estandarizas la cultura, el nivel de vida, las costumbres,
las necesidades, las aspiraciones.

Eres idólatra: tus nuevos dioses se materializan en el dinero y en el
placer. Para ti es importante el valor de cambio. Los sentimientos, el
conocimiento, la cultura, el arte, el prestigio, todo tiene un valor de
cambio. Por eso rindes culto al dinero, al placer de gastar. Valoras el
metal y no la cualidad. Con el dinero, eje central de tu amasiato con
el gordo grotesco, satisfaces las falsas necesidades, obtienes placer,
adquieres prestigio, haces la vida sencilla.

Tristemente sabes que estás enajenada. Vives para hacer lo que te
satisface. Y caes en ese círculo del que ya no puedes salir. Eres idólatra,
consumista, hedonista, eres feliz.

Y de repente te maquillas, hasta bonita te ves vestida de blanco
marchando por las calles, y quieres que todos te volteemos a ver, que te
hagamos caso. Eres una ramera cualquiera, aunque te llames, a fuerza,
sociedad civil.

Convenenciera que eres, lo sé.

jueves, septiembre 02, 2004

Monstruosa utopía

Monstruosa utopía



La utopía nace de una insatisfacción. Nuestro sistema, la globalización, el neoliberalismo, son fuente de insatisfacciones. Y son insatisfacciones para quienes el sistema los ha destruido; pero también lo es para quienes esperan más de él.

Si son insatisfacciones de la élite, el sueño guajiro se convierte en pesadilla para la colectividad. La élite insatisfecha busca crecer a costa de los demás. En ese esquema paternalista el papel de un líder juega un rol importante. En nuestra sociedad, el portavoz son los medios de comunicación: nos venden sueños, esperanzas, progreso, bienestar, una sola clase social, la sociedad de masas.

Pero atrás se esconde el gran monstruo del imperialismo cultural que legitima al económico. Atrás está la industria cultural que forma hombres acordes al capitalismo. ¿Para qué sirve, entonces, esa utopía?

La verdadera satisfacción es de unos cuantos, de quines quieren más, de quienes cada día son más ricos. Los grandes capitalistas son los que construyen, en este caso, las utopías. Y ponen al alcance de los demás la solución a esa insatisfacción: cada vez es más fácil comprar el supuesto lujo. Un carro, un televisor, un DVD, productos de uso personal; todo lo que brinde status, lo que dé prestigio y poder.

Pero también hay otras utopías, las que se originan como una alternativa a ese capitalismo. Implican, sin embargo, un doble trabajo: vencer, primero, a la utopía generalizada; y concretar, después, la utopía propia. Es un camino más largo y quizá nunca sabremos si esa utopía era realizable. Pero son utopías no paternalistas que implican el consentimiento de la colectividad desde la colectividad misma. Y mientras se venza a la primera utopía, los pueblos seguirán sufriendo su realidad.

Entonces, ¿utopía para qué? Utopías como las que nos ofrece la industria cultural, instrumento del gran capital. Sueños realizables que eliminan la insatisfacción con sólo beber un poco de coca cola; sueños que explotan la condición humana en su lado oscuro, potenciando la necesidad de de ser parte de un sistema pútrido. Esa es la quimera de unos cuantos que disfrazan en utopía para la colectividad.

O una utopía mucho más ardua que quizá no sea realizable. Esa sí es una verdadera utopía: revertir las condiciones en las que actualmente se desarrolla la otra utopía. A lo más que se puede llegar es a proponer una pequeña ínsula donde se combata al gran sueño para después, desde ahí, sembrar el embrión de una mejor utopía.