Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

jueves, febrero 10, 2005

Diletante

· Diletante



Traigo cinco pesos para gastarlos en chicles. Es una fortuna. Lo que voy a hacer es gastar dos pesos y me sentaré, en la banqueta, frente a algún aparador, a ver la televisión. Es noche mexicana, noche de fiesta. Desde las siete empezó la feria de goles. Fox Sport transmitió desde la altura del Cusco el partido de las sagradas Chivas Rayadas del Guadalajara (mi equipo, sí, lo sigue siendo aun con los Jaguares). Es un orgullo ver al mexicanísimo rebaño, fundado por franceses y cuyo uniforme recuerda, al menos en colores, al país galo. (A mí, la verdad, qué me importa). Con el chicle en la boca, haciendo bombitas y reventándolas de manera estruendosa, me levanto para decirle al dependiente que le cambie al televisor porque va a empezar el partido de la selección. Emocionado, aquel, sintoniza tvazteca y se pone firmes porque están cantando el himno nacional mexicano. Yo ni siquiera lo tarareo por dos cosas: una, tengo una voz feísima y me da mucha pena cantar (ja, ja, no se rían); y la otra nunca me lo aprendí o, mejor dicho, sufro de amnesia cuando lo escucho, así sea lunes. A los diez minutos México ya va ganando dos goles a cero y la gente se apiña frente al escaparate este donde estoy sentado, gritando los goles. Que le cambie al de las Chivas, pedimos: ¡oh, sorpresa!, van goleando. Me quedan tres pesos que, como dije, tenía destinado para comprar chicles. Mejor compro un cigarro. Gasto dos de mis tres pesos. Van a dar las nueve y tengo que comprar un disco y también un libro. Camino sobre la Avenida Central, tranquilo, con la confianza de un triunfo seguro de la selección mexicana y de las Chivas. (Al otro día me entero, para más beneplácito, que ambos ganaron, por fin). Entonces camino y entro en una tienda de discos. Después de tanto ver quiero comprar uno de La Barranca, donde viene la rolita Día negro (hoy no es un día común…). Ya lo tengo en la mano pero me encuentro a un cuate, me dice que tiene ese y más de La Barranca y que me los va a prestar todos. Dejo, pues, el disco; quiero comprar otro pero ya vi tanto que mi ojo ya se cansó, o sea, que no sé qué comprar. Sí me entienden, ¿verdad? Antes de que cierren la librería entro corriendo a preguntarle al que ahí atiende si tiene un libro de Guillermo Fadanelli, me pregunta cuál, le respondo que el que sea (me quedé en blanco, no recordaba ningún título). La otra cara de Rock Hudson, así se llama el fadanellibook que compré. Lo voy a llevar a mi casa para ponerlo en la lista de espera, es que estoy leyendo otros que pretendo terminar rapidito, porque ya empezaron mis clases. Quiero tomar la combi, hurgo mis bolsillos, encuentro un chicle envuelto, una moneda de un peso y dos billetes de 50. Traía sólo cinco pesos en la bolsa, ya gasté cuatro en chicles y cigarros. ¿De dónde saqué lo demás? Saber. Que incoherente es a veces la realidad, ¿no? Además, otra vez estoy escribiendo corriendito, pero ahora sí le puse comas, para que se detengan, je.



mentas: vlatido@yahoo.com.mx

1 comentario:

Anónimo dijo...

Diletante ese que quiere hacer mucho