Oficio de tinieblas

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sclc/vlátido

miércoles, noviembre 23, 2005

La jeringa

La jeringa



Un café exprés. Pido piloncillo para endulzarlo.
—¿Piloncillo?, —repite el mesero sacado de onda—. No se manche, maestro, ¡piloncillo!
Le pido el diario.
—Eh, el New York Times, por favor.
El mesero me vuelve a ver con esos ojos de chinga tu madre pinche mamón. Sonríe. Desaparece de mi vista. Momentos después veo que viene, algo fatigado, hacia mí. Alcanzo a ver que trae un pedazo de cartón medio viejo; supongo que ahí lleva envuelto el piloncillo. Joder, si le he pedido el diario de hoy. Quiero leerlo aunque sea noche.
—Ahí está, míster, su piloncillo y también su diario, el New York Times —dice el mesero con esa pinche sonrisa de trágate ésta.
Deja el pedazo de cartón enrollado. Busco el piloncillo y mi periódico primermundista. Nada. Carraspeo. Le doy vuelta una y otra vez al viejo pedazo de cartón. Veo, con letras grandotas, que dice La jeringa. Y adentro un chingo de páginas que no destilan tinta, sino mermelada, un chorro de mermelada.
Me embarro de mermelada.
(El mesero fuma un cigarro desde un rincón de la cafetería. Bien le gustaría estar en una cantina con más de estas revistas a las que llaman La jeringa. No se desespera. Allá va a parar inevitablemente. ¿Qué no?).
De la mermelada sale un jipi borracho que celebra un partido de futbol en la difunta fuente Mactumatzá. Pero el jipi no sólo está borracho, sino que también se vuelve el gran líder de la manifestación; botea en el crucero para sacar otro poco de lana para las chelas. Pinche jipi.
Qué loco el tipo.
No más loco que ese pinche mundo de polis locos. Otro tipo medio rasta viste su clásica playera de Bob Marley y camina, como vagabundo, en el centro de la ciudad. Su aspecto lo convierte automáticamente en un sospechoso. Joven, le dice la tira, está prohibido ser rasta y peor tantito por las noches.
Pinches polis. Ni modo que sobornarlo sino trae ni para el taxi.
Mi café se ha terminado y en el fondo de la taza alcanzo a ver, como si fuera un oráculo, más mermelada llena de vellos púbicos. Pinche libidinosa esa mermelada, cachonda. Y descubro mis parafilias o perversiones sexuales. ¡Braguitas! Otro sorbo, el último, y llamo al mesero.
—A las diez mi vecina se mete el de dulces sueños, nena —le digo. Corro con La jeringa en la mano, chorrea mermelada por toda la calle. Tengo que llegar a tiempo para abrir las persianas de mi cuarto.
¿Piloncillo? ¿New York Times? No se la jalen. Ahí está su jeringa, viene llena de mermelada.

Zapping

La revista La jeringa (www.lajeringa.tk) vio la luz hace unos cuantos días. Ahí escriben, entre otros, la mafia fanzinerosa del Pulido, Navo, Pinchequijote, Flakko, Molina y Niño Fors. Pídala, exíjala a su cartonero o en el depósito más cercano a su casa. (Chance y hasta le dan uno de caguamas). A decir de su editorialista, la jeringa está llena de mermelada.


mentas: vlatido@yahoo.com.mx

3 comentarios:

Héctor Anselmo dijo...

Bien, carnal. Què siga la pluma dando.
Saludos

Anónimo dijo...

Que onda ese anselmo, leì la crònica del tercio, està chida, làstima que no se puedan pegar comentarios, ni pex

Héctor Anselmo dijo...

Usteeeee pegue el coemntario que ya veré cómo le hago para resarcir ese pendejismo que cometí al arreglar mi paginita... hagalo ya