Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

viernes, febrero 10, 2006

María

María



El colectivo aceleraba. Los peatones se apartaban, cuidaban su vida. Los frenones del automóvil hacían que el conductor apretara los dientes, y yo, como su único pasajero me sostenía fuerte de las agarraderas y sentía cómo se me revolvía el estómago, pero no decía nada. Me gustaba.
Se hacía tarde. Había quedado de ver a Ortega a las 4. Eran la 4:15. De seguro Ortega ya estaba ahí. Íbamos a tomar unas cervezas a una cantina en la orillada de la ciudad.
Una chica subió al colectivo. Atisbé por el retrovisor: bella, buenas piernas, nariz respingada, senos bondadosos y su cara mostraba picardía. Lamenté ir sentado en el sillón de la cabina, al lado del chofer. Imaginé su nombre. ¿Será María? Tal vez, quién no se llama así en este país.
Mientras la miraba por el espejo, ella sonreía pero no conmigo. Cruzaba las piernas y me excitaba. Se mojaba los labios y pensaba en sus otros labios, esos que también se mojan, humedecen.
Faltaban algo así como diez minutos para llegar al lugar de la cita. Pero ese espectáculo en el espejo me hacía olvidar que tenía que llegar. Pensaba en ¿María?, la chica del retrovisor.
Entraba en su cuarto. Ella me invitaba. Se volvía a mojar los labios, los mordía. Se quitaba la blusa. No permitía tocar. Sólo era un espectador. Bajaba el cierre de su falda, caía lentamente. Desabrochaba mi camisa. Zafaba su sostén. No decía nada y tampoco permitía que yo lo hiciera. Sellaba mi boca con su lengua; ardía. Sus pies se cubrieron con su pantaleta y de pronto también me vi desnudo. Quise preguntar su nombre. Respondió con su muslo rodeando mis caderas. Sentí su humedad. Mi miembro se resbaló dentro de ella.
Escuché monosílabos.
El colectivo se detuvo, el chofer me pedía que bajara. Vi sorpresa en su cara. El automóvil estaba estacionado y el motor ya no se escuchaba. Tardé unos segundos en reaccionar. Vi por el retrovisor. Yo era el único pasajero. Bajé del colectivo y caminé. Mis pasos eran lentos. Mis ideas turbias. Eran la 4:30. Entré en la cantina y al fondo vi a Ortega bebiendo una cerveza. Lo saludé. Al sentarme pedí una cerveza y saqué de mi bolsillo una cajetilla de cigarros. Encendí el primero. Mi mente buscaba con insistencia un nombre.

mentas: vlatido@yahoo.com.mx

3 comentarios:

Anónimo dijo...

MARÍA!!!! GRACIAS POR PENSAR EN MI NOMBRE.

Anónimo dijo...

MARÍA!!!! GRACIAS POR PENSAR EN MI NOMBRE.

Anónimo dijo...

MARÍA!!!! GRACIAS POR PENSAR EN MI NOMBRE.