Oficio de tinieblas

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sclc/vlátido

martes, abril 04, 2006

Prozac

Prozac


Para Talita

Ahorré unos cuantos centavos, los suficientes, para ir con un médico y pedirle una receta para comprar prozac. Me la dio. El medicamento, le dije, tiene que producir dentro de mí una sustancia que me ponga de buen humor, que me haga enseñar los dientes para reírme de lo que pasa a mi alrededor.
Sé, también, que eso me lleva a otras cosas. Por ejemplo, tengo los dientes sucios. Hasta ahora no me he preocupado gran cosa porque casi nunca río. Además de los pesos que debo ahorrar para las pastillas, también necesitaré otros más para comprar buenos dentríficos y cepillos de dientes. Muchos de ellos se terminarán rápido. ¿Qué más? Sólo eso se me ocurre por ahora.
En la farmacia, a la mera hora, me cuesta pedir prozac. ¿Es mejor reír con el prozac o morir sin él? Quizá resulte más barato pegarme un tiro. Bueno, eso de pegarme un tiro es sólo una expresión porque no tengo una pistola. Pero igual me puedo tirar de un puente; hago como que me resbalo y punto. Pero dudo: las alturas me dan vértigo. Lo he intentado, pero tantito me acerco a las orillas me entra un miedo atroz. Una vez me tuve que amarrar una soga a la cintura y atarla de una estaca (como esas en las que amarran a los caballos para que no se huyan) y asomarme a un precipicio para poder admirar la belleza de la naturaleza.
Esa misma soga, se me ocurre, puede servir para ahorcarme. Como soy bien pornográfico aparentaría que morí masturbándome. ¿Hay un pasaje similar en alguna novela de Sade? Algo parecido a esto: un tipo se amarra una soga al cuello y sube en una silla, esperando el suicidio, la muerte. Mientras eso sucede comienza a jugar con su pene hasta que se erecta. Arriba–abajo. A punto de eyacular avienta la silla y pende de la soga mientras su semen cae a borbotones en el piso. No recuerdo si el tipo muere en la novela; en la mía la muerte sería inevitable.
Y si vuelvo al prozac, ¿una sobredosis me conduciría a la muerte? Murió por exceso de felicidad, dirían al otro día.
Me pongo a pensar en esas y mil otras formas de ser feliz o de morir. En la farmacia, con la receta médica, con la morralla en la mano, recuerdo la Constelación de Talita, sus seis estrellas, y le pido a la dependienta una caja de condones.


mentas: vlatido@yahoo.com.mx

1 comentario:

Héctor Anselmo dijo...

Bientos, ese Vlatido... que chido que este de regreso me alegra leerlo de nuevo... echese una vuelta por el blog de su servilleta a ver que se encuentra y no olvide visitar la nueva www.textospedagogicos.blogspot.com
saludos