Oficio de tinieblas

Oficio de tinieblas
sclc/vlátido

viernes, julio 22, 2005

Story line

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Vladimir González R.


¿Escribiré una carta? No, es cursi, esas cosas son del siglo pasado. Lo mejor es que todo sea en vivo. La cámara me la prestó un cuate, no es mía, la voy a aprovechar. El monitor lo pondré a un costado del tripié. Mi primera pregunta es ¿tendré motivos?
Rec. La toma se abre a un medium shot. A cuadro aparece sólo Federico. Fondo blanco.
Rosi, ayer en la tarde decidí, bruscamente, ir a buscarte a la escuela. Me dieron ganas. Llegué temprano, todavía estabas en clases. Me senté a un costado de tu salón y escuché a tu profesor de poesía pedir que leyeran sus escritos. Los de tus compañeros no importaron, bla, bla, bla, bla, bla... hasta que escuché tu voz. Escribiste un poema de amor que decía: te quiero desde esta luna hasta ese sol que te amanece. El maestro supuso que se lo dedicabas a alguien que se encontraba muy lejos de ti. Asentiste. El pellejo se me puso tan blandito que un simple resoplido caló en mis huesos. Yo, tu amor, estoy aquí, tan cerca...
No, ese pretexto también es del siglo pasado.
Stop. Zoom back hasta llegar a un long shot. A cuadro aparece una cama con sábanas arrugadas. Federico está sentado en ella. Su rostro está rígido, tenso, no esboza sonrisa alguna; sus ojos no brillan, parecen tristes. Suspira mientras ve fijamente a la cámara. Rec.
Dios es una invención del hombre. Sólo existe en la mente de los demás. En la mía no hay nadie. Dios nunca ha existido para mí. Creo que jamás habrá ser semejante. ¿No basta con imaginarme a las miles de personas en las que debo confiar? Si no busco consuelo en ellas, entonces en quién. Necesito verlas, palparlas, tenerlas, palparme, tenerme, tocarme, sentirlas, ser.
Pero estoy solo, completamente. Triste, camino lento, inseguro. Sí, ese es mi motivo. La soledad. En ella convergen la ausencia de Rosi, el fraudulento dios y la gente inimaginable. ¿Por qué no creer en el súper hombre? Ja, ja, ja, ja. Ése soy yo. Pero, ¿qué?, no estoy a cuadro. Ese maldito tripié está flojo.
La cámara graba el suelo. Debajo de la cama sale la punta de una soga. Till up. La toma se abre a un long shot. Aparece Federico a medio cuadro. Las sábanas siguen arrugadas. Se alcanza a ver el ventilador apagado. El techo no es muy alto. Toma fija. Continúa rec.
¿Qué dije? ¿El súper hombre? Ajá. Estoy aquí postrado ante este ojo, queriendo tomar valor, agarrándome los tanates para de una vez fundir a negros. Soy un remedo. No esperen ver una cinta gore. Eso déjenlo para los obsesivos, enfermos patológicos. El morbo de la sangre no funciona conmigo. Tampoco busco rating, ni que recuerden mi cuerpo ensangrentado.
Federico mira a la cámara.
Tengo que justificarme. Ya dije que estoy decepcionado del amor, de dios y de la gente. ¿Crees que es suficiente? No. Qué importan los motivos. Fue una muerte misteriosa, dirán los diarios mañana. No, dentro de dos días, cuando comience a apestar mi cuerpo. Fui el hombre pos… ¿histórico?, ¿moderno?
Stop. Medium shot. Federico sentado en la cama. El cuarto se ve despejado. Fondo blanco. Sábanas arrugadas. Rec.
Estoy decidido. No tengo motivos. ¡Oh, oh! Qué aburrido morir así. Voy a poner música. Ya sé. Una muerte como le gustaría a Woody Allen. Con jazz. Louis Armstrong me parece perfecto. Qué delicia. Será lo último que escuche. Mi cara en el monitor ya no se ve triste.
Play Alligator Crawll un minuto. (La cabeza del tripié sigue floja.) La toma cae. La cámara recorre la cintura de Federico hacia los pies. No tocan el piso. Fundido en negros. Diez segundos.

mentas: vlatido@yahoo.com.mx

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