Hipo
De súbito la música deja de escucharse. Volteo a ver la rocola, el mesero mantiene entre sus dedos la clavija. Le pregunto por qué la desconectó. Son las siete de la noche, dice. Por las escaleras se asoma el dueño de la cantina. Ha oído algunos gritos. Le digo que no joda, suena bien padre ese tal Elizalde. Ríe y se da la vuelta. El mesero lo queda viendo y en sus ojos se ve la necesidad de recibir una orden. El dueño, con la mano, le hace una seña diciendo que no. Ya ves, primo, no la puedo volver a conectar. Los discos de Elizalde son caros en Mix up; son importados. Todo ahora es importado. Y en la cantina los quitan a las siete de la noche porque tienen que cerrar. Cuando apagan la música y cierran el portón (nadie revela la contraseña) es como si pusieran la escoba detrás de la puerta. Me dicen que vuelva a la mesa. Quedan dos sorbos. Tomo un palillo y comienzo a picarme los dientes. Ya no hay camarón con chile blanco. Hace un buen que ya no quieren dar shuti. Antes íbamos a esa cantina porque el consomé de shuti abría el apetito, y la sed. Ahora nos tenemos que conformar con un pírrico plato de pepitas. Sólo uno. Quien quiera más tiene que desembuchar cinco pesos. Ya no sé quiénes son más codos. El mesero dice que tiene que cerrar la cantina. Le doy los dos sorbos, el vaso queda vacío, solamente un poco de espuma lo recorre; la sigo con la mirada hasta que llega al fondo. Es temprano. Salimos. Damos vuelta a la manzana, pasamos por el balcón donde la vez pasada nos jugaron unas viejas. Las esperamos un gran rato. Tuvimos que volver a entrar en la cantina, donde ellas estaban. Hijas de su pinche madre, se subían la falda y mataban mosquitos en sus piernas. Matamoscas. Y allá vamos a seguirlas, con el insecticida desenvainado para acabar de una buena vez con los bichos. Se metieron en su casa. Nunca salieron. No, ahora se joden. No entramos. Y nos seguimos derecho. Caminamos un par de cuadras más. Llegamos. Esta otra cantina cierra hasta medianoche cuando no hay clientela. Hay dos que tres. El cantinero saca de la hielera una cerveza, la destapa, bebe. No es la primera, tiene los ojos rojos. Orina antes de preguntar qué queremos. El desempance o el acabose debería llamarse. Nada de casos perdidos. Bebemos otro par de cervezas y brindamos con el cantinero. Presume sus fotos. En el baño chorros de barquitos que surcan las paredes orinadas. El lugar comienza a quedarse solo, se hace tarde. Llega uno de esos juglares con guitarra en mano y combo. Se instala y se avienta una gratis. Dice que la chamba está bien floja, ya nadie quiere pagar. Las rocolas les están dando en la madre. No canta como ese mentado Elizalde. Le digo que cante como él. Ni lo conoce. Entonces mejor Flor de capomo. La toca. Una nomás; se acabó la paga para la música. Ni modos, le digo, así es la pinche burocracia, sólo alcanza para las chelas. Soy burócrata. Pinche burócrata dice el trovador. Mejor se lanza a otra cantina, la quijotesca, porque ahí nunca cierran. Bostezos. El cantinero saca un libro, se sienta con nosotros. Comienza a leer. Dice que los cuentos son de él. Invita un par de cervezas más; da vuelta a la hoja. Lee. Historias de zopilotes y boxeadores. ¡Hip! No entiendo. ¡Hip! ¿Qué dice? Un sorbito más. ¡Shhhh! Saco un billete. ¡Cállense, déjenlo leer! Pago. Me da el libro. Quiero leer. ¡Hip!
mentas: vlatido@yahoo.com.mx
5 comentarios:
Como que se apaga la rocola a las siete de la tarde... pues qué clase de bar es ese???
Saludos desde Beautyfulville.
humphreybloggart.blogspot.com
Mames y recontramames... apagar la rocolas a las siente de la noche ¡me vale madres!... lo importante es ¡còmo es posible que te mestas a una cantina a escuchar a ese putito de Valentìn Elizalde... pensè que eres banda bragada de la que toma chelas, fuma delicados, se sienta en las piernas a una buena gorda y canta a todo pulmòn las de El Rey Chalino Sànchez.
Saludos, caùn...
www.ectanselmo.blogspot.com
Hey esos cibernautas, pues así son algunas cantinas tuxtlecas, a las siete de la noche (otras un poquito más tarde) desconectan las rocolas y comienzan a racionar la bebida (se ponen de mamones: que ya no hay botana -ya ni limón y sal, perros-, se fue la cocinera, que se acabó la chela, en fin) para que abandones el lugar. Ni pedos. Lo que rifa en esos casos es ponerse a banquetear. Banqueteamos. La tira también se pone mamona. Los sorteamos. Neta que ya medios pedocles ese mentado Elizalde se escucha chido (digo, como también suenan Los Tigres o Paquita la del Barrio, Chalino, incluso Los Bukis, porqué no -toy bolo, pues-); lo perrón sería embriagarse con Real de Catorce o Jaime López (es mi gusto) o ya de perdis con The Ramones.
Ni decirlo... por acà por Naucalpan, existe un lugar tan legendario como ese donde tocaron por vez primera los "becles" (¿?)o aquel donde tocaron los doors en Mèxico ja, ja, ja, llamado EL TERCER MUNDO... un lugar que te cagas, sin mesas, ni sillas, te sientas en el piso, caminan a tu lado un perro, una gallina y un gato, el lugar huele a orines, las morras casi cagan al aire libre, cuando ya todo el mundo esta pedo, puedes ligar y tragarte literalemnte, las babas de otro en boca de otra... hay fresas, ñiles y ñoras hurañas que tienen un nombre a cuestas "el tercio" y que no conforme con que se han hecho ricos a espalda de tu alcoholismo o tu cachondez, a eso de las nueve de la noche te niegan todo lo que te vendieron durante horas, esa es una mamada. La tira, ni decirlo, son una mierda como en todo el mundo y bueno, ya redactarè la historia del tercio para que la leas, saludos, el anxxelmo, acuerdese de echarle un lente a mi nuevo blog ya que el otro ha ido mamando lentamente
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