• Hedonista eres
Hedonista eres: buscas el placer por placer (¡ah!, quieres fumar, lo
sé); te complaces en espiar a los demás para verte a ti misma; giras en
torno al morbo, al espectáculo, a lo banal, al dinero, a la información:
en torno a un círculo del que no puedes salir, que te enajena.
Tu relación de maridaje con el capitalista, ese gordo grotesco, te
impone y dicta necesidades. Su discurso mareador te envuelve y te
convierte en su musa eterna, ineluctablemente desgraciada. Insatisfecha
contaminas a quienes no quieren ser como tú. A través de la colonización
mental llegas hasta los lugares más recónditos para implantar necesidades:
el sabor de la comida chatarra, el goce de lo masivo, el modo de vida
occidental, las aspiraciones clasemedieras, una fiesta (party, happy
birthday, no sé, dile como se te venga en gana) en Mc Donalds.
Eres heterónoma y consumista: los medios de comunicación te implantan
modelos de vida. La publicidad —en televisión— es su principal aliada.
Plantean situaciones en las que satisfaces falsas necesidades y
aspiraciones. Te usan para que promuevas productos banales asociados con el
prestigio. Son productos de fácil adquisición. Promueves, pues, el
consumismo, el placer de gastar el dinero sin importar las necesidades
reales. A tu juicio, todos tenemos las mismas necesidades y todos podemos
satisfacerlas. Estandarizas la cultura, el nivel de vida, las costumbres,
las necesidades, las aspiraciones.
Eres idólatra: tus nuevos dioses se materializan en el dinero y en el
placer. Para ti es importante el valor de cambio. Los sentimientos, el
conocimiento, la cultura, el arte, el prestigio, todo tiene un valor de
cambio. Por eso rindes culto al dinero, al placer de gastar. Valoras el
metal y no la cualidad. Con el dinero, eje central de tu amasiato con
el gordo grotesco, satisfaces las falsas necesidades, obtienes placer,
adquieres prestigio, haces la vida sencilla.
Tristemente sabes que estás enajenada. Vives para hacer lo que te
satisface. Y caes en ese círculo del que ya no puedes salir. Eres idólatra,
consumista, hedonista, eres feliz.
Y de repente te maquillas, hasta bonita te ves vestida de blanco
marchando por las calles, y quieres que todos te volteemos a ver, que te
hagamos caso. Eres una ramera cualquiera, aunque te llames, a fuerza,
sociedad civil.
Convenenciera que eres, lo sé.
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