Oficio de tinieblas

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jueves, septiembre 02, 2004

Monstruosa utopía

Monstruosa utopía



La utopía nace de una insatisfacción. Nuestro sistema, la globalización, el neoliberalismo, son fuente de insatisfacciones. Y son insatisfacciones para quienes el sistema los ha destruido; pero también lo es para quienes esperan más de él.

Si son insatisfacciones de la élite, el sueño guajiro se convierte en pesadilla para la colectividad. La élite insatisfecha busca crecer a costa de los demás. En ese esquema paternalista el papel de un líder juega un rol importante. En nuestra sociedad, el portavoz son los medios de comunicación: nos venden sueños, esperanzas, progreso, bienestar, una sola clase social, la sociedad de masas.

Pero atrás se esconde el gran monstruo del imperialismo cultural que legitima al económico. Atrás está la industria cultural que forma hombres acordes al capitalismo. ¿Para qué sirve, entonces, esa utopía?

La verdadera satisfacción es de unos cuantos, de quines quieren más, de quienes cada día son más ricos. Los grandes capitalistas son los que construyen, en este caso, las utopías. Y ponen al alcance de los demás la solución a esa insatisfacción: cada vez es más fácil comprar el supuesto lujo. Un carro, un televisor, un DVD, productos de uso personal; todo lo que brinde status, lo que dé prestigio y poder.

Pero también hay otras utopías, las que se originan como una alternativa a ese capitalismo. Implican, sin embargo, un doble trabajo: vencer, primero, a la utopía generalizada; y concretar, después, la utopía propia. Es un camino más largo y quizá nunca sabremos si esa utopía era realizable. Pero son utopías no paternalistas que implican el consentimiento de la colectividad desde la colectividad misma. Y mientras se venza a la primera utopía, los pueblos seguirán sufriendo su realidad.

Entonces, ¿utopía para qué? Utopías como las que nos ofrece la industria cultural, instrumento del gran capital. Sueños realizables que eliminan la insatisfacción con sólo beber un poco de coca cola; sueños que explotan la condición humana en su lado oscuro, potenciando la necesidad de de ser parte de un sistema pútrido. Esa es la quimera de unos cuantos que disfrazan en utopía para la colectividad.

O una utopía mucho más ardua que quizá no sea realizable. Esa sí es una verdadera utopía: revertir las condiciones en las que actualmente se desarrolla la otra utopía. A lo más que se puede llegar es a proponer una pequeña ínsula donde se combata al gran sueño para después, desde ahí, sembrar el embrión de una mejor utopía.


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