Hidalgo, el títere rebelde
Cuando la conspiración de Querétaro fue descubierta, a Hidalgo le mandaron a avisar del acontecimiento. El cura, quien se encontraba en Dolores, Guanajuato, decidió adelantar el comienzo de la guerra de independencia: pidió a los serenos del pueblo despertar a la gente y que uno de ellos comenzara a tocar las campanas de la iglesia. Al escuchar el tañido, la gente se apiñó en la iglesia. Su discurso fue incendiario: nos quieren quitar la religión, quieren entregarnos a los franceses. Arengó: ¡muera el mal gobierno!, ¡mueran los gachupines! (Algunos aseguran que dijo: ¡vamos a coger gachupines!, pero como para los mexicanos coger tiene un sentido sexual, la historia oficial prefirió suprimirla por matar).
La misión de Hidalgo se había cumplido. Los jefes insurgentes, entre ellos Allende, habían pensado en alguien que se identificara con el pueblo. El objetivo era conformar un ejército popular y hacer llegar a la gente las ideas de la guerra. Buscaron a alguien que se comunicara con el pueblo, que existiera entre ellos una comunión. La persona indicada tuvo que ser un cura.
Los dirigentes de la conspiración decidieron que Hidalgo cumplía con los requisitos para incitar al pueblo a tomar las armas. Fue elegido. De otra manera hubiera sido difícil obtener el apoyo de los campesinos.
Hidalgo había cumplido su parte: incitar a la gente a formar un ejército popular. Una vez que dirigió batallas, la anarquía entre sus hombres se hizo patente. Permitió la muerte de al menos 400 españoles, así como saqueos en las ciudades. Además, ya no comulgaba con las ideas de Allende, quería la libertad total, desconociendo a Fernando VII, rey de España. Provocó una escisión en las tropas insurgentes.
El cura fue más allá de lo que le habían encargado. Al principio había sido utilizado para manejar al pueblo, pero se había rebelado. El papel de Hidalgo en la guerra no debía ser el de un protagonista. El cura serviría sólo de puente entre la cúpula que quería asaltar el poder y el pueblo. Era un instrumento de legitimación del movimiento independentista. Al principio sólo él podía agitar a las masas.
Hidalgo es, de cierta manera, un héroe circunstancial. Fue elegido por sus circunstancias, por ser un hombre íntimamente ligado al pensamiento popular, a sus necesidades. Allende y los demás conspiradores pudieron elegir a otro sacerdote, a otra persona que hiciera la misma labor. Quizá hoy nuestro calendario cívico fuera diferente.
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