· Los discursos de la historia
La historia es un instrumento utilizado para someter a los pueblos. Borrar la memoria histórica permite reconstruir otra historia basada en hazañas de los nuevos héroes. Esa es la historia funcionalista, la historia oficial reproducida en los libros de texto y en los medios de comunicación.
Por un lado aparecen los historiadores funcionalistas que buscan mantener, con la difusión de su discurso histórico, un régimen. No importa si éste es una dictadura o un gobierno democrático. Su función es escribir de acuerdo a la circunstancia oficial. Su contraparte son los historiadores críticos, quienes hacen la contrahistoria. Sabedores de su importancia, buscan difundir su trabajo histórico, pero la marisma de información oficial los difumina.
La apuesta del historiador es rescatar la verdadera memoria histórica, escribirla sin compromisos políticos. La memoria colectiva también tiene que mantenerse, resistir ante los embates del discurso histórico oficial. De ahí la importancia de la historia oral, de escribir la historia de los vencidos, las pequeñas historias que identifican, sin manipulación, a los pueblos.
El historiador crítico debe estar conciente de la manipulación histórica. Y también de la divulgación del conocimiento histórico. Tiene que romper la barrera del círculo académico para trascender en la memoria colectiva, para que realmente el conocimiento histórico sea aprehendido por la gente, y no sólo por los intelectuales de la historia. Ese es un reto del historiador crítico, porque el historiador funcional ya lo ha hecho a través de distintos canales de comunicación. Y es que tiene más espacios puesto que al sistema le conviene que el conocimiento manipulado sea difundido.
Y también apelar al colectivo. Dejar de pensar que los pueblos son niños y que no recuerdan su propio pasado histórico. En las comunidades indígenas, a pesar del alto grado de aculturación (que puede entenderse como pérdida de identidad, de memoria histórica) persisten elementos del pasado histórico, no se ha roto completamente con él. El historiador debe potenciar ese conocimiento, hacerlo suyo, reconstruirlo, rescribirlo y devolverlo a la comunidad como un conocimiento sano, vivo, con esperanzas de mantener una memoria histórica auténtica, verdadera, sin la manipulación de los historiadores funcionalistas.
Aunque, huelga decirlo, el conocimiento de la historia es el discurso histórico, y no el hecho histórico. Eso lo han entendido los regímenes, sus líderes se han aceptado como sujetos constructores de la historia. Y de ello se han servido para reconstruir un pasado glorioso o perverso, según las necesidades del sistema al que sirven.
mentas vlatido@yahoo.com.mx
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